EL «MAL DE OJO». PREVENCIÓN Y CONTRAATAQUE

Publicado: 7 noviembre, 2020 en Esoterismo y espiritualidad

El «palo santo» es un clásico como potente limpiador energético y espiritual.

El denominado «mal de ojo» lo hemos visto en series, films y literatura de épocas pasadas (en la Edad Media, particularmente). Aunque en la actualidad, en etnias como la gitana (u otras más supersticiosas), parece que se sigue usando.

Este post, para los que seguís mi blog, se puede relacionar con los ataques «psi». Podéis recordar aquel artículo aquí.

Existe mucha relación entre el «mal de ojo» y los ataques «psi». No obstante, hay algunas diferencias. Por ejemplo, cuando una persona nos odia tanto como para lanzarnos un «mal de ojo», puede hacerlo de forma más intensa si tiene (es decir, nos roba) algún objeto que nos pertenece.

Ese tipo de personas, por lógica, suele ser alguien que está cerca de nosotros y desconocemos que nos tiene tirria, envidia u otro tipo de bajas emociones.

Ya saben aquella expresión de «tener a los amigos cerca y a los enemigos más cerca» no es gratuita. Claro que, en ocasiones, el lobo nos engaña porque se viste de piel de cordero.

Como hemos señalado, el «mal de ojo», en países desarrollados, puede que esté en desuso, pero quiero que se compagine con el post de «Los ataques de diablo y cómo defendernos». Hoy sabremos alguna protección más y, asimismo, las formas de sospechar de aquellos que quieren nuestro mal.

Cuando dije que el «mal de ojo» se intensifica si nuestro adversario tiene algo que nos pertenece, muchos habréis pensado, imagino, en el vudú. En este artículo no vamos a desarrollar esa parte de la maldad; sin embargo, podéis encontrar más información en otro post más antiguo de mi blog, titulado «zombis».

Vamos a explicar la razón por la que algo que nos pertenece, puede ser una prenda, amuleto o alguna parte de nuestro cuerpo renovable (pelo, por ejemplo), aumenta el mal que nos proyectan.

En aquello que manipulamos diariamente, y más si le tenemos un especial apego, dejamos nuestra naturaleza íntima. Esa estampa vamos a denominarla «esencia» o «huella». Aquellas cosas que poseemos tienen un escalafón: a más jerarquía, más esencia nuestra ostentan.

Por ejemplo, nuestras mascotas son muy proclives a esas vibraciones que dejamos en nuestros objetos. A los que tienen gato no les sorprende que suelen quedarse a dormir, y bien a gusto, sobre alguna prenda nuestra. Es la forma que tienen de decirnos que nos aceptan y aman.

No obstante, esas vibraciones (capitalmente conectadas con las emociones) se convierten en hostiles en manos de alguien siniestro, y esto es muy peligroso. Recibimos esas pérfidas vibraciones emocionales, y provocan síntomas serios en nuestra psique y cuerpo (falta de apetito, fiebres, depresiones, cansancio extremo, problemas en la piel, etcétera).

Esas vibraciones deben ser desalojadas de nosotros cuanto antes. Si nos invaden con mucha violencia (y en un momento de enfermedad o de defensas bajas) podemos incluso llegar a hacernos daño y autolesionarnos.

Como es mejor prevenir que curar, advirtamos algunas formas:

La más importante: evitar personas tóxicas y negativas.
Evitar diálogos con público que disfruta compartiendo sus malos pensamientos.
Escaparse de lugares desarmonizados, en la medida de lo posible, como grandes almacenes, centros comerciales saturados, cárceles u hospitales.

Si sospechamos que el «mal de ojo» ya está en nosotros, debemos contraatacar. Lo más básico son las armas elementales (relacionadas a los cuatro elementos: fuego, agua, tierra y aire). Esto podría ser, por ejemplo, una vela (mejor blanca), agua con sal, una planta en flor (o solo la flor), e incienso (o palo santo). Debemos pasar estos cuatro elementos juntos (mientras recitamos un salmo, oración o mantra de luz) por todas las habitaciones de nuestra casa (y objetos personales más habituales) a la salida del sol y, otra vez, a su puesta.

Esto sería deseable hacerlo un mínimo de tres días, combinándolo con una dieta limpia y saludable. Además, pasarnos palo santo por nuestro cuerpo múltiples veces (nunca son demasiadas) junto con una oración. Una vez que sintamos que la luz interior resplandece y el ataque ha sido rechazado, entramos en un dilema personal que se debe resolver en ese instante. Y la disyuntiva es si devolvemos (con incluso más energía) esa agresión a la persona que nos lo ha arrojado.

Una decisión que solo les pertenece a ustedes.

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Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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