Esta época en que no nos relacionamos tanto de manera física, sino digitalmente —a base de las diversas aplicaciones sociales: Facebook, TikTok, Instagram, etcétera—, es perfecta para que las personas tóxicas hagan de las suyas. Sí, perfecta. ¿Por qué? Porque antaño los narcisistas, los egoístas y los sociópatas lo tenían peor para medrar. Estos individuos debían confrontar en la vida real con el resto de los mortales. Y así era más fácil verles el plumero. En cambio, hoy se escudan tras una pantalla que ofrece una primera impresión engañosa y es más sencillo que nos manipulen para sus espurios intereses.
Pensando en esto, señalaré a continuación diez lecciones atemporales que cualquier joven puede aprenderse para evitar a esta gente nociva y, además, para brillar en una época tan oscura como la actual, la posmoderna. Me dirijo más hacia los imberbes porque los adultos —generaciones X y Boomer— que todavía no han empollado de qué va esto de “pasar por aquí”, ¡qué rabanos!, ya no lo van a hacer.
Atentos, porque lo que os voy a contar, ¡metéroslo bien en la cocorota!, es oro puro (vale más euros que pelos tengo en el bigote).
- Las apariencias engañan. Sí, es un dicho sabido por todos, pero rara vez le prestamos atención. Hay gente que presume un aire de honestidad y decencia muy marcado. Si es así, ¡desconfía! La gente digna no gasta energías en demostrarlo, porque es parte de su naturaleza. Sin embargo, los que son unos batracios indignos, necesitan un plan sibilino: cultivan una imagen de honradez para encubrir su toxicidad. Lo mejor sería que nos fijemos siempre en lo que las personas hacen —ahí está el poder— y no en lo que nos dicen o pretenden hacernos ver.
«Por sus frutos los conoceréis, ¿acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?».
—Mateo 7:16
- Si tienes una habilidad no la ofrezcas “de gorra” y mucho menos a gente que no lo merece. Lo gratis nunca es apreciado. Así que, si tienes un don, estímalo como merece y, automáticamente, la gente lo valorará.
- Asume que en esta vida todos competimos contra todos. Sí, ¡vaya papeleta!, ¿verdad? Pero es que lo hacemos ¡a cada rato! Esa zarandaja new age de que «competir es malo» no te la tragues. Si estás leyendo esto —en vez de otra cosa— es porque lo has elegido, lo has seleccionado por sobre otros artículos. La vida es un gran mercado y la única verdad es “la oferta y la demanda”. Hay una cosa que —más pronto que tarde— debes aprender: en la lucha no enseñes tus cartas (excepto en la seducción, y no siempre). (Puede que desarrolle este tema en otra entrada). Recuerda que esconder tus intenciones y jugar a ser impredecible te da poder y ventaja sobre tu contrario, ya sea este un particular, ya sea un colectivo.
- Para complementar el tercer punto, recuerda que en el deporte no siempre gana el más fuerte; gana el MEJOR. Y “el mejor” contiene una mezcla de muchos atributos: fuerza, maña, oportunidad, astucia y pericia, y también inteligencia y estrategia. Este último concepto —estrategia— es clave.
«Aparenta ser débil cuando eres fuerte y fuerte cuando eres débil».
—Sun Tzu [«El arte de la guerra»]
- No dejes que tus emociones te subyuguen, o los tortazos que recibirás serán “de alivio”. Sobre todo si eres hombre. (A las mujeres se les perdona más este pecado). Recuerda que tras cada emoción hay una reacción lógica. Antes de actuar, analiza el porqué de esa emoción y, si aún ves que no vas a poder controlarte, no seas mendrugo y pon “pies en polvorosa”, lárgate a la seguridad de tu casita y ¡quédate solo! A la larga lo agradecerás, porque alguien que no puede fiscalizar públicamente sus trastornos —ni sus palabras— en un momento de desquicio, pierde valor y respeto.
- Este punto va ligado al anterior. Toma las decisiones de tu vida desde la racionalidad. ¡Siempre! Una mala decisión nacida desde las tripas podría no tener arreglo jamás, o incluso —en ciertos lugares y en el peor de los casos— acabar como cliente del servicio de pompas fúnebres.
- No malgastes tu tiempo, ni tus energías, con fanáticos, ¡con gente que está como una regadera! El precio es demasiado alto y la paz mental es un imperio a proteger. Es mucho más sano quedarte en el bar de tu amigo Pepe calentándote a base de tragos de cazalla. Mofas aparte, escribí sobre esto en un post anterior titulado «Por qué la ideología es ausencia de criterio propio y crucifica la razón». (Os invito a echarle un ojo).
- Separa los amigos de los objetivos de vida. Los amigos son para esto, para la amistad. Pero para tus sueños profesionales rodéate de las personas más capacitadas que puedas, las cuales no tienen porque ser —tal vez sea mejor así— tus colegas.
- Cuando tengas un problema con un grupito, ve directamente a confrontar con su líder. Todos los colectivos tienen un gurú. Hay un pastor y los demás son ovejas sin cerebro que sólo repiten mantras y eslóganes como papagayos, sin analizar qué rábanos dicen. Por resumirlo en un ejemplo: si tienes una contrariedad en un circo, habla con el jefe, ¡y no con los payasos!
- Averigua tu misión de vida. Todos tenemos un propósito. Indaga cuál podría ser el tuyo y sacrifícate por él. Tener un objetivo es una respuesta a nuestro paso por el mundo, es esencial. Esto te va a ofrecer algo más importante que la felicidad: te va a regalar paz. Por eso las ideologías —tiranías mentales y espirituales— florecen en épocas de pocos valores; cuando abundan las personas que carecen de una moral fuerte, de una ética sólida que les guíe a entender que, mayormente, estamos aquí para servir a los demás —no desde la esclavitud, sino desde la libertad—. Y para esto se exige sacrificio, ¡pero sacrificio voluntario!, en algo —más intangible que material— que nos engrandezca. La vida puede ser sufrimiento, pero cuando hay un objetivo es llevable, amén de disfrutable.
«Mi yugo es fácil y ligera mi carga»
—Mateo 11:30
Ahora van dos recomendaciones esenciales. Bajo mi punto de vista, sin ellas lo que has leído antes no tiene el menor valor ni recorrido.
- Apegos genuinos. Si tienes amigos que te quieren consérvalos; si tienes una mujer/hombre que te respeta, mantente a su lado. Como dije en el punto tercero: competimos todo el rato. Esto quiere decir una cosa primordial: a la mayoría de la gente no le importas “una mierda” si no puedes hacer nada por ellos. Eso es el 99,9% de las personas que pasarán por tu existencia. No obstante, el 0,01% restante es vital. ¿Por qué? Porque da sentido a la vida y vence al 99,9%. Piensa que una simple llama triunfa sobre la oscuridad más densa. Por eso hay que conservar esa luz a toda costa: las personas que amas y te aman; ¡o caerás en el nihilismo más atroz!
- Tu relación con Dios. (Muy relacionado con el punto 10). Enfócate en tu misión, porque en la concentración está la eternidad, y es en la eternidad cuando eres uno con Dios. Las casualidades no existen y estamos aquí para algo. ¡Recuérdalo!, Dios te ha creado y lo que quiere para ti es lo que más te conviene. Cuando no sabes qué hacer, no hay nada como rezar o detenerte ante las señales divinas. La fe en Dios es el arma más poderosa. Lo contrario, es el infierno.
«Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa».
—Gilbert Keith Chesterton
¡Ójala les sirva esta entrada a los más jóvenes! (El posmodernismo que sufren es una tiranía tan sutil como aterradora para las libertades individuales). Ellos viven un presente tóxico, en que un Estado —la Matrix— cada vez más enorme, ¡más elefantino!, coarta su libertad y —desde bien pequeñitos— les ha enseñado-obligado a autocensurarse. En tiempos woke es complicado saber comportarse, porque todo es relativo, ¡maleable!
¡Salud y pedales!
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