EL TAROT: UN MAPA PARA EL VIAJE DE LA VIDA

Publicado: 1 May, 2019 en Tarótico, Tarot, TAROT. Camino de luces y sombras

Portada principal del ensayo «TAROT. Camino de luces y sombras» (enlace a eBook)

 «Conoce Eso conociendo lo cual se conoce todo». Upanishads

El tarot es conocido sobre todo por su faceta adivinatoria, como podemos comprobar por las decenas de programas dedicados a «echar las cartas» en directo por televisión. Este tipo de profesionales del tarot pueden ser considerados adivinadores, y hago esta afirmación sin ningún desprecio para esta condición, considerada desde la antigüedad como uno de los principales dones que puede recibir el hombre. Estos se dedican, como los arcanos menores, a desmenuzar los detalles cotidianos de la vida de las personas y a atenuar sus angustias con promesas de nuevos amores, trabajos y un período de nuevas energías «positivas».

Otros, en cambio, entienden el tarot como un conjunto de personajes repletos de simbología. A estos se les podría llamar «filósofos del alma», y entre ellos, el autor de este ensayo.

Reina de oros
«The Labyrinth Tarot»
(Luis Royo)

Algo parecido sucede cuando se enseña a «echar las cartas». A lo largo de la última década, he tenido la oportunidad de abrir las múltiples ventanas que tiene el tarot a varios centenares de personas, y aunque cada uno tiene una idea propia cuando se acerca a este arte (preconcepto), la gran mayoría viene con una perspectiva «adivinacionista» y una gran cantidad de clichés que poco a poco tenemos que ir desmontando. La mayoría se estremece cuando enseñamos el Arcano XIII –el sin nombre, La Muerte– o El Diablo (XV), o creen que La Sacerdotisa (II) es una mujer estéril y/o de malas artes. Todas estas ideas erróneas se las tenemos que agradecer a los echadores de cartas que no tienen ninguna formación más que su propia intuición (para no ser demasiado ácido) y a la propia imaginación colectiva cargada de imágenes negativas, heredadas de nuestro pasado/presente católico que castiga con fuego y azufre a todos los desviados y desviadas que se alejen del recto camino del Señor. Pues bien, el tarot no es ni representa nada de eso, al menos para los que entendemos la vida como un camino con múltiples opciones y para el cual necesitamos de la ayuda de un mapa en algunos momentos cruciales.

El tarot, como bien refiere el autor, es un camino de luces y sombras, el mapa de un viaje en el que todos participamos, consciente o inconscientemente. Arranca con un toque bruto y divino (El Loco-0) y termina con la certeza de una ascensión a un nivel superior (El Mundo-XXI), y en el camino se encuentran todos los subestados de la personalidad humana, arquetipos universales que todos llevamos dentro, predominando unos u otros en distintos momentos. Esa es la perspectiva del tarot que puede llevarnos a conocer mejor los meandros de los caminos que tenemos que andar, así como de los compañeros de viaje que iremos encontrando. Esta visión del tarot ha sido desarrollada por algunos autores como Sallie Nichols (1908-1982), que en su obra Jung y el tarot relaciona magistralmente la teoría de los arquetipos universales con los arcanos mayores del tarot.

Carl Gustav Jung (1875-1961) fue uno de los padres del psicoanálisis moderno y de la psicología profunda y de los complejos. Fue quien desarrolló la teoría del inconsciente colectivo, una especie de sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, que consiste en una serie de símbolos primitivos con los que es posible expresar contenidos de la psique que están más allá de la razón. Este inconsciente colectivo existiría gracias al hecho de que en el inconsciente personal de todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares viven los mismos arquetipos. Los arquetipos universales, o imágenes primordiales, fueron identificados por Jung y expresan los instintos en sentido biológico pero también espiritual, y revelan su presencia solo por medio de imágenes simbólicas (los sueños, por ejemplo) que residen en el inconsciente del individuo. Estos «(…) arquetipos son una tendencia a formar representaciones sobre un modelo básico que afecta emocionalmente a la consciencia. La sombra es el lado inconsciente de la personalidad, mientras el sí-mismo es la totalidad, parte consciente e inconsciente» (Jung).

Si bien Jung especificó que dichos arquetipos no son ni concretos ni identificables, sino que residirían en la consciencia, algunos autores posteriores, e incluso discípulos del mismo Jung, desarrollaron paralelismos entre estos arquetipos universales como subpersonalidades comunes a todos los seres humanos, y a los 22 arcanos mayores del tarot. Uno de estos autores fue Sallie Nichols, alumna y discípula de Jung, que publicó en 1980 el libro Jung y el tarot: un viaje arquetípico, en el que desarrolla la psicología arquetípica aplicada a los arcanos.

Conocer los arcanos y reconocer cada uno de esos arquetipos en nuestro interior nos hará más sabios, más conscientes de nuestro self. Conocer y asimilar, ya que no para todos es fácil aceptar que en su interior puedan llevar El Colgado (XII), La Torre (XVI) o La Luna (XVIII). A través de la aceptación de nuestra parte oscura, y su incorporación a la personalidad consciente, lograremos un mayor conocimiento de nuestro ser y de las herramientas que poseemos para nuestro camino. En este ensayo el autor revisa, y lo hace notar, con especial cariño y atención estos arcanos mal llamados «negativos», siendo este uno de los aspectos más loables del texto.

La forma en la que el autor nos proporciona imágenes de diferentes barajas de tarot resulta también muy atractiva, ya que de las miles existentes, ha sabido elegir algunas de las más representativas de la actualidad y de las más ricas a nivel de simbología. Las teorías más difundidas acerca del nacimiento del tarot lo sitúan, en primer lugar, entre los antiguos egipcios, en concreto, en el Libro de Toth, o dicen que su origen estuvo en la India y de ahí habría llegado hasta estos. En lo que sí están de acuerdo la mayoría de los expertos es que fue recién durante la Edad Media cuando se divulgó en Europa, en gran parte gracias al pueblo gitano, que recorría con sus carrozas y campamentos coloridos el viejo continente. Por ejemplo, ya en 1310 el Concell de Cent de Barcelona, una especie de asamblea representativa de los varios estamentos sociales al uso de la época, prohibió el juego con barajas. El surgimiento de la imprenta moderna (1440 aprox.) facilitó enormemente su expansión, en especial la del llamado Tarot de Marsella. Este tarot, cuyo origen no es atribuible a ningún autor concreto, se popularizó a partir de la Edad Media, sin libro de instrucciones, tan solo sus símbolos y colores, que permitían a sus utilizadores indagar y/o imaginar sus más profundos significados. Durante la Edad Moderna, pero especialmente en la Contemporánea, en concreto en los siglos XIX y XX, surgieron innúmeras barajas de tarot dibujadas por determinados autores, quizá influidos por el romanticismo imperante en la época, los grandes descubrimientos arqueológicos, la esperanza de descubrir las verdades de un saber antiguo ante el fracaso de religión y ciencia en dar respuesta a las preguntas del ser humano, y cómo no, el auge de los movimientos ocultistas y espiritas (Golden Dawn o Madame Blavatsky (1831-1891), por citar apenas dos ejemplos).

De entre esas innúmeras barajas surgidas en los referidos siglos (y cuya proliferación sigue bien entrado el siglo XXI), dos de ellas han visto incrementada su utilización: los llamados Tarot de Rider-Waite y Tarot de Toth de Aleister Crowley (1875-1941). El primero fue desarrollado en 1910 por Arthur Edward Waite (1857-1942) y dibujado por Pamela Colman Smith (1878-1951). Es notoria su gran popularidad, sobre todo a partir de la década de los 70, principalmente, en el mundo anglo-sajón. Su gran novedad, y aportación al tarot, reside en el colorido, mucho más adaptado a la sociedad actual, que deja atrás los colores básicos y pálidos del tarot marsellés. Por otro lado, los llamados arcanos menores, los naipes de una baraja española normal, son ilustrados con una imagen aclaratoria del supuesto significado de la carta. En esto último radica el gran éxito de este tarot ya que es perfectamente indicado para los que inician su aprendizaje. Sus detractores afirman que al resultar demasiado sencilla su identificación e interpretación, el lector de cartas tiende a banalizar su significado, ya que se olvida de una de las supuestas ideas primordiales de esta baraja: estimular la imaginación y la inteligencia emocional.

Los tarots utilizados en este ensayo, como el Tarot Favole de Victoria Frances, el Tarot Labyrinth de Luis Royo, el Tarot Esotérico, el Tarot del Fuego de Ricardo Cavolo, el Tarot Alchemy, el Tarot Genovés, o el Tarot de Anne Stokes, son buenos representantes de lo que en las últimas décadas ha dado de sí el mundo del tarot a nivel editorial y en cuanto a la aceptación del público. El Tarot Esotérico recoge en sus arcanos la simbología heredera de las culturas celtas que habitaron el norte de la península ibérica, de Francia y las islas británicas, sumergiendo al que las interpreta en un universo animista en donde la relación con los elementos naturales resulta fundamental, reveladora y trascendental. El Tarot Genovés es, en su género, uno de los mejores ejemplos de baraja heredera de la tradición medieval centroeuropea y muy apreciado en países como Italia y Francia.

Otros ejemplos de barajas de tarot aconsejables para el que quiere indagar en el maravilloso mundo de la simbología son la de Aleister Crowley (1875-1941), el gran ocultista de la Orden Golden Dawn, cargada de potente simbología y, supuestamente, reveladora de antiguos secretos iniciáticos; y la Baraja Gitana de Touchkoff, unas cartas hechas a modo de puzzle, divididas en cuatro partes que el «jugador» debe juntar hasta lograr figuras completas, y que supone una mágica herramienta en procesos de toma de decisiones, además de tener una rica simbología de origen gitana.

Teniendo en cuenta las dificultades que les esperan a los que inician sus andaduras en el camino de luces y sombras que es el tarot, qué mejor que hacerlo de la mano de alguien como Ritxard, que «a lomos de su bicicleta», cual príncipe del Arcano VII (El Carro), nos puede liberar de las ataduras materiales (preconceptos) y hacernos avanzar en el camino de la vida.

Ricardo J. Palmeiro. Licenciado en Historia por la UNED. Doctorando en Educación en la universidad de Deusto. Tarotista y astrólogo profesional desde hace 20 años.

*Puedes descargarte, gratuitamente, este ensayo: TAROT. Camino de luces y sombras

**Y, además, mi primer relato —«TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» libre.

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Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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