ENCUENTRO CON LUKAS, EL VAMPIRO DEL «BOTXO»

Publicado: 19 noviembre, 2020 en BILBAO y el mal escritor
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(Spin off de «BILBAO y el mal escritor» para celebrar el día de mi cumpleaños con mis queridos lectores)

Habían llamado a la puerta. Era su contable de confianza.

–¡Pardiez! Pasa. Siento las horas. Terminaremos pronto.

–Gracias, Don Lukas.

–Ricardo, puedes tutearme. Son ya años a mi servicio.– Más de los que imaginaba.

–Gracias, pero me sale por defecto. Tengo la extraña, e íntima, sensación de que es lo correcto tratándose de usted.

–Bueno, lo que te haga sentir mejor, amigo mío.  ¿Un jerez?

–Don Lukas, no le puedo decir que no.

–Y pondré al maestro Arriaga, ¿te parece bien?

–Claro, sé que es su favorito, y a mí me agrada.

Lukas sacó un viejo vinilo y preparó a conciencia su tocadiscos, limpiando incluso con una leve caricia la púa.

–Sinfonía en Re mayor para Gran Orquesta.

Su asesor sonrió, y se pusieron a debatir las gestiones mensuales. No tardaron más de media hora, y fue entonces cuando el contable le confesó que deseaba hablar de un asunto importante.

–Soy todo oídos.

–Sabe que es usted mi único cliente y, la verdad, no sé por qué lo sigo haciendo. Hace mucho que ya no me dedico a esto.

–Lo sé, eres autor. Tu último trabajo, «El Rugido Secreto», me gustó mucho. Debe de ser complicado escribir una novela costumbrista de crítica social sin tomar partido.

–Le agradezco sus palabras –dijo con rubor–. Lamentablemente, fue un fracaso de ventas.

–Pienso que eres un novelista «de culto».

–Sí, «de culto», que es un eufemismo para decir «de ventas pobres».

Lukas carcajeó.

–Lo importante es que te regocijas haciéndolo, ¿no?

–Bueno, a ver, no quiero parecer materialista, pero un poco de negocio también me gustaría.

–Bah, olvida eso. Ya se sabe que «el que quiere todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos».

–Ya, ya. Conozco la cita.

–¿Y tienes una nueva misión en mente?

–Estoy seco de ideas.

–¡Oh, qué pena! No desesperes, las musas son antojadizas.

–Ya. No obstante, no quiero irme del tema. Verá deseo dejar de llevar sus asuntos.

–¡Pardiez! ¡Qué dices! ¡Tengo plena confianza en ti!

–No quiero faltarle al respeto Don Lukas. Pero me asombra que yo haga esto. La asesoría familiar cerró hace años y no comprendo por qué continúo llevándole las gestiones…

–Porque, querido Ricardo, vivo en un círculo muy cerrado y me da seguridad tu trabajo. Los cambios no me gustan, a no ser que sean imprescindibles.

Lukas comprendió que no iba a convencerlo, así que debía volver a formatear sus recuerdos. Chasqueó los dedos ante la atenta mirada del contable, cuyo rostro se congeló al instante. Luego, se levantó, puso la cara B del disco y deslizó su índice por uno de sus afilados colmillos. Con suavidad, se acercó al vaso del invitado y dejó caer una gota de sangre en su mejor jerez.

–Regresarás a tu domicilio y soñarás profundamente. Al despertar, los diez años que llevas a mi servicio se convertirán en uno, el tiempo justo para recordar cómo me gustan a mí la cosas. Ahora, ¡vuelve!

–Yo… eh, solo espero que lo comprenda.

–Y lo comprendo. De verdad.

–Bien, pues este mes será el último. Debo marchar, Don Lukas.

–Es de mala educación no acabar la copa.

–Cierto. Y un grave pecado conociendo su costo.

De un sorbo dio buena cuenta del exquisito licor y, al relámpago, sus pupilas se dilataron.

–¿Ocurre algo?

–Debo llegar a casa cuanto antes.

–¿Las musas han aparecido?

–Algo así, sí. Perdone la premura.

–No te avergüences, «cada uno es como Dios le ha hecho…

–…y aún peor muchas veces» –concluyó la frase Ricardo–, dijo el manco de Lepanto, si no erro.

–¡Pardiez! Eres un enamorado de las citas como yo. Vete a desatar tu imaginación entonces, que si se convierte en una nueva obra ya sabes que aquí, en mi torreta, tienes un lector.

–Es muy amable. Y, lo repito, siento dejar sus asuntos.

–Nunca digas nunca jamás.

Agur, Don Lukas.

Gero arte!, Ricardo.

Raudo se marchó, con las notas del «Mozart de Bilbao» aún sonando. Lukas se aproximó a uno de sus ventanucos y, desde lo alto, casi a medianoche por la Gran Vía bilbaína observó a su asesor zapateando como alma que lleva el diablo para sustentar su espíritu. Cada uno sobrelleva la vida terrenal con su hedonismo personal. Un quejido estomacal le indicó que era hora de saciar el suyo.

De forma distinta.

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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comentarios
  1. […] Edificio» (2016), al año siguiente mi novela costumbrista «El Rugido Secreto» (2017). En 2019 «BILBAO y el mal escritor», una historia dentro de otra historia en el que mezclo fantasía con realidad y me hizo aprender […]

  2. […] Salió de su garganta un gemido de sorpresa. Sabía que lo recordaba. Sabía que un anhelado recuerdo golpearía su conciencia. […]

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