REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» XXXIV. CÓMO NUESTRA INFANCIA GRABA A FUEGO NUESTRA MADUREZ (ERMITA «SANTA MARÍA DE ZALOA» EN OROZKO)

Publicado: 15 May, 2022 en Artículos Opinión, CICLISMO, Retazos
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«Santa María de Zaloa» (Orozko)

Cuando era niño, pasaba algunos veranos en «Huerga del Río», un pueblito de León. Allí, no había comercios ni una triste tasca. Por eso, me obligaba a ir en una bicicleta (de piñón fijo) a un pueblo próximo llamado «La Milla del Río». En verdad, ambos pueblos son barriadas pertenecientes al municipio de «Carrizo de la Ribera», y el río al que se refieren estos barrios es el río Orbigo (afluente del río Esla, que fluye por las provincias de León y Zamora).

Una vez allí (en «La Milla del Río»), iba a un pequeño ultramarinos en el que compraba unos cuadraditos de chocolate (eran cuatro a los que podía aspirar con la paga) y, a la vuelta, en vez de coger la carretera local, regresaba por un sendero entre plantaciones de lúpulo (algo muy característico del paisaje leonés). Pero a medio camino había un pequeño arroyo; entonces, me bajaba de la «burra» y, junto al riachuelo, sacaba los pastelitos y un viejo «Súper Humor» de Mortadelo y Filemón releído decenas de veces.

Creo que aún tengo ese cómic de tapa dura en mi biblioteca particular.

Es curiosa la forma en que los humanos nos aferramos a aquello que nos hace sentir bien. Repetimos patrones, aunque estén muy trotados, solo para poder experimentar ese chute de dopamina que nos llegó la primera vez. A veces se logra. Con el esfuerzo mental de autoconvencimiento de que es, de nuevo, la primera vez que hacemos eso que tanto nos gusta. En el caso del niño que fui, así volvía a zambullirme en aquellas viñetas, tantas veces repetidas en mi mente.

Confieso que la mayoría del tiempo me aburría y me sentía solo en el pueblo.

Un día que fui a por mi dosis de azúcar, la mujer que me atendía en aquel pequeño comercio familiar, después de ponerme el póker de pastelitos en una bolsita de plástico, me dijo:

—Hasta mañana.

—Mañana no volveré.

—¿Y eso?

—Nos vamos.

—Vaya, te vamos a echar de menos.

Ese «te vamos a echar de menos» me descolocó, y quién sabe si me ruborizó. No podía entender que aquella desconocida me dijera algo así. «Cosas de mayores», debí de pensar. Lo curioso es que nunca olvidé aquella frase y, en parte, me ha hecho escribir este post. Quizás, ella veía a un crío de unos 10 años que iba en bicicleta a saciar su gusto por el dulce y se esfumaba en cuanto conseguía lo que estaba buscando; y así, día tras día. Quizás, le diera ternura un rapaz callado y solitario en una bicicleta vieja.

Sin embargo, lo que sí veo claramente es cómo se nos graban a fuego los comportamientos de nuestra niñez y cómo se enraízan en ellos los de nuestra vida adulta.

Porque, recapitulemos:

  • Leía cómics (que sigo leyendo) y fantaseaba mis propias historietas en mi testa mientras soñaba con poder crearlas (algo que he conseguido escribiendo mis libros).
  • Andaba por carreteras locales y senderos naturales en bicicleta: mis caminos favoritos hoy en día. Siempre me parece una aventura conocer barrios o pueblos poco frecuentados. Y siento que pedalear al lado de un río o arroyo es un regalo, algo de lo más espiritual que me puede suceder cuando pillo la «novia de carbono».
  • Continúo siendo un hombre con muchos momentos de soledad, siempre quise vivir solo y no lo cambiaría por nada, porque como explicaba el poeta londinense Lord Byron (1788-1824): «Solo salgo para renovar la necesidad de estar solo».

Esto es un patrón que no solo veo en mí, sino también en los demás (amigos, enemigos y gente en general); porque, en resumidas cuentas, como fuimos en nuestros años mocosos somos en la actualidad. Supongo que conocerse a uno mismo es una forma útil para conocer al prójimo.

Y, para ser coherentes a tope, este domingo nos vamos hasta Zaloa por una carretera local, rodeada de naturaleza, muy cerca de los ríos de Ibarra y Altube, para encontrarnos con la parroquia de «Santa María de Zaloa». El barrio pertenece al municipio de Orozko.

Eso sí, voy con un par de amigos (en ese aspecto parece que he mejorado con el tiempo) con los que comparto la pasión del pedal.

A primer golpe de vista, en el santuario se observa la bóveda de madera, de finales del siglo XVI según los expertos, aunque el ábside es de piedra, un campanario rústico, las puertas tienen el arco un poco apuntado y hay una ventana doble con arcos conopiales del siglo XV.

Consultando algunas fuentes, he descubierto que aquí hubo una iglesia desde, al menos, 1385 (aunque es posible que sea aún más antigua y, por eso, sea el templo con la fachada más medieval de Orozko).

Como (casi) siempre, nos la encontramos cerrada, pero visitando algunos blogs puedo decir que dentro hallaríamos las imágenes de Andra Mari, San Pedro, la Esperanza y una cruz parroquial del siglo XVI.

Para contemplar su interior lo mejor sería acercarse un 29 de junio, cuando se celebra la festividad de «San Pedro» en «Santa María de Zaloa». Eso o casarse, ya que aquí se celebran matrimonios.

Os dejo a continuación unas fotos de la zona. ¡Espero que os gusten!

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Dos ciclistas de la STE (Santutxuko Txirrindulari Elkartea), Pitu y Raúl, posan frente a «Santa María de Zaloa» (Orozko, Vizcaya)

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Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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comentarios
  1. […] con suavidad su cuello, besando su piel, y me coloqué de tal modo que podíamos sentir el fuego palpitando entre nosotros. Una de sus manos en mi espalda. La otra, en mi trasero. Con un […]

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