EL WESTERN COMO ARQUETIPO DE LIBERTAD: UN GÉNERO A RESCATAR

Publicado: 21 agosto, 2022 en KIRK BOSTON contra la banda de Mark «el Guapo», La redención de JOHN DICKSON

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«La redención de John Dickson» bien acompañado por los famosos bolsilibros de los años 60, 70 y 80

Cuando era niño, había solo televisión pública. Más tarde, tal vez sobre los cinco años, apareció la ETB (televisión autonómica vasca), con dos canales: uno en español y otro en euskera. Ya en la adolescencia, aparecieron las primeras cadenas privadas: Antena 3, Telecinco y Canal Plus (de pago).

Pero hasta aquella adolescencia solo estaban las públicas, y los fines de semana había película después de las noticias. Generalmente, eran films clásicos; algunas veces, westerns. En aquel entonces, no era capaz de apreciar ese género; supongo que porque deseaba ver películas de fantasía, más acordes a mi edad.

Sin embargo, los mocosos de principios de los ochenta sí disfrutábamos del Far West gracias a la serie animada, inspirada en el cómic de Morris (dibujante de historietas belga), de Lucky Luke. Este vaquero estoico y solitario podría ser un Quijote y el que hacía de Sancho Panza era su caballo, un corcel blanco y charlatán. Sus aventuras siempre se resolvían en favor de la justicia, y los malhechores acababan entre rejas.

Claro que la vida no es tan sencilla como en aquellos dibujos inocentes.

Tuvieron que pasar años antes de que valorara el western en toda su magnitud y, personalmente, creo que cuando empezaron a gustarme me hice mayor y dimití del acné de la inmadurez.

Intérpretes como John Wayne, Gregory Peck (actor en el que me inspiré para «La redención de John Dickson»), James Stewart, Gary Cooper, Burt Lancaster, Kirk Douglas y muchos otros solían dar vida a hombres fríos, a veces brutos, pero con un alto sentido de la nobleza y del deber.

También había momentos para el amor. Aquellos varones rudos tenían una forma sutil (y tierna) de declararse que solo he visto en las viejas películas del Oeste. Interpretes femeninas como Joan Crawford, Jennifer Jones (impresionante en «Duelo al sol»), Jane Russell, Claudia Cardinale, Marlene Dietrich o incluso Marilyn Monroe dieron lo mejor de sí en la época dorada del western hollywoodense. Pero no estaban solo para hacer bonito (muy bonito, diría yo), sus papeles en aquellos films era el de interpretar a mujeres fuertes, muchas veces con un carácter volcánico. Aquello sí que era empoderamiento del bueno y no lo que les quieren vender hoy a las féminas.

En resumidas cuentas, visionar un western en los actuales tiempos posmodernos es una forma de aguarnos la fiesta. En muchas ocasiones, el héroe del western suele ser un individuo con dilemas y agonías, que debe tomar decisiones dolientes; un hombre, en general, de pocas palabras, pero mensaje clarividente, con un carácter taciturno a veces, algo opaco y, mayoritariamente, solitario. Sin embargo, también es un personaje magnético, carismático, fuerte y masculino, con esa mirada poderosa de alguien que ha vivido intensamente y supongo que, por esa razón, tiene un cierto componente balsámico. Para que esto ocurra, un buen actor de western debe trabajar muy bien con el lenguaje corporal, porque con los ojos, los gestos y el movimiento de su cuerpo, debe permitirnos intuir sus claves y sus revelaciones. En definitiva, es necesario que hable sin hablar. Cualquiera que haya visto, por ejemplo, los silencios estruendosos de «El bueno, el feo y el malo» sabe a qué me refiero.

¿Y por qué el western rompe el consenso de la posmodernidad?

Porque es un sopapo de realidad y viene a decirnos que no todo es exigir derechos y que la existencia no es una fiesta continua donde nada debe incomodarnos; porque nos enseña que no es lo mismo un problema que una decisión; porque nos muestra (en forma de lecciones) que la vida que merece la pena vivir es la que se vive en libertad, que es el valor y el coraje (y no el conformismo) lo que da valía y autenticidad, que lo esencial es el camino (y lo que hacemos mientras, tal vez, cabalgamos en nuestro rocín) y no la meta, que los tiempos rudos y difíciles transforman a los hombres (y a las mujeres) en una versión mejor (o peor) de sí mismos.

Y, por otro lado, no puedo olvidarme de las bandas sonoras. Grandes compositores han prestado su talento a este género: Dimitri Tiomkin, Ennio Morricone, John Barry, Elmer Bernstein y Alfred Newman, entre otros. La música debe alternar compases que suenen a épica, con notas heroicas y aventureras, todo en un huracán de grandiosidad, pero compaginado con maestría con otras melodías más intimistas, elocuentes, sensibles y crepusculares.

Un buen western nunca es complaciente, ni mucho menos políticamente correcto. Puede ser incómodo y debe serlo. Exige atención y presencia. Debe tener de todo y hoy, más que nunca, es un género necesario. Grandes directores han puesto su lúcido talento en proporcionarnos grandes títulos que visionar, una y otra vez, como lecciones de vida. Artesanos del cine como John Ford, Sergio Leone, Clint Eastwood, Howard Hawks o el más contemporáneo Quentin Tarantino le dan el tratamiento minucioso que merece, porque, demos gracias a Dios, el western no puede ser otra cosa que lo que es.

Para sintetizar, el western compila en dos palabras el arquetipo de libertad: lo bello y lo salvaje.

*Y puedes descargarte, gratuitamente, los relatos: LOS CREPÚSCULOS MUEREN A LO GRANDE, KRIPTONITA FEMINISTA , DOS FUGITIVOS de Ritxard Agirre, INSTINTO, «TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» (REMASTERED – 2023) , MI MANERA DE AMARTE SIEMPRE de Ritxard Agirre y el ensayo «TAROT. Camino de luces y sombras»

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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