EL DEPORTE COMO LECCIÓN DE VIDA. RECUERDO DEL EQUIPO DE FÚTBOL «AMIMEDAIGUAL» (LOS LINCES DE SANTUTXU)

Publicado: 12 octubre, 2022 en Retazos, Yo soy de Santutxu

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Equipo «Amimedaigual» (Los Linces de Santutxu)

Hace más de una década, un grupo de ya treintañeros (aún con ganas de ser jóvenes) formamos un equipo de fútbol 7 durante cuatro años. Algunos nos conocíamos desde la adolescencia y jugábamos a futbito los domingos en colegios e institutos (muchas veces, saltando su pertinente valla) después de toda una noche de juerga. Entonces, la juventud te permitía hacer este tipo de sobradas.

Eran aquellos partidos anárquicos. Se jugaban varias horas. Llegaba un momento que no sabías (y no te importaba) cómo iba el marcador y solo se regresaba a casa cuando llegaba el lapso de ir a menear el bigote y después, por fin, dormir la mona.

Desde luego, ¡qué tiempos! Lo que hace albergar tanta testosterona en tiempos mozuelos.

Aquel equipo jugando la liga de fútbol 7 tuvo muchas horas buenas de compañerismo y complicidad, y otras algo más regulares; en un grupo siempre hay roces, es inevitable. Sin embargo, la memoria humana tiende a quedarse con lo bueno y a mitificar los buenos ratos. Y en cuanto a los momentos «regulares», si se quiere, siempre se puede aprovechar para aprender de la condición humana, hacer autocrítica y mejorar nuestra inteligencia emocional.

Personalmente, cuando echo la vista atrás, recuerdo los periodos complicados como un aprendizaje. Además, he experimentado que los momentos malos también son buenos cuando hay una amistad genuina y que los momentos sobresalientes son, quizás, aquellos en los que uno se siente acompañado en el mundo, porque otra cosa que me enseñó el deporte (el fútbol en este caso) es que, a la larga, a nadie le importa los goles que metas, lo bien que juegues, lo «malo» o «bueno» que seas; lo que importa es lo que compartes, y si se te recuerda es (sin ningún tipo de duda) por lo que haces por los demás.

Algo más que aprendí de la época futbolera, pero que es extensivo a cualquier otro deporte (lo digo por experiencia), es que en el juego potenciamos quienes verdaderamente somos; es decir, el generoso, el chupón, el valiente, el segurola, el sacrificado, el técnico, etcétera. Y es que como somos en la vida, somos en el deporte y viceversa.

«Se vive como se juega» (Sócrates, defensa carioca 1954-2011)

Como nosotros éramos bastantes paquetes (pienso que con el nombre de «Amimedaigual» ya le explicábamos bastante al Universo) y no teníamos una estrella en el campo que nos resolviera la papeleta a base de goles, decidimos que lo mejor era jugar como equipo y, cuando lo conseguíamos, ese era nuestro fuerte. Pero nuestro lugar en la tabla era la media baja, aunque una vez fuimos líderes (se lo juro, oiga) del campeonato durante una semana cuando tuvimos una tarde mágica en la que, Los Linces de Santutxu, goleamos al rival y encabezamos la clasificación.

En verdad, hubo unos cuantos partidos que ganamos a base de mucha unión (y esos son los que quedan porque, como dije al comienzo, el ser humano, por lo general, tiende a quedarse con los buenos recuerdos).

Fuimos amigos y compañeros de fatigas con la ilusión de formar un conjunto y con ganas de vivir la experiencia de ser un equipo fusionado sobre el césped. En resumidas cuentas, para mí el deporte es un maestro porque nos ayuda a mejorar como personas, quiero dejar aquí un sentido homenaje gráfico y escrito de aquellos dichosos años.

Pondré imágenes en mosaico, porque las cámaras de los móviles de hace más de una década eran (obviamente) mucho peores que las de ahora y es una forma de maquillar su baja resolución.

¡Go, Linces!