La bicicleta descansa en la «Vista Panorámica Monte Abril»
Un año ya que la pandemia del coronavirus ha afectado nuestro modo de vida y la forma de relacionarnos. Las personas más optimistas que conozco comienzan a mostrarme su hartazgo. Eso me preocupa; si ellos están así, ¿cómo lo llevará el resto de los mortales?
Los distintos confinamientos (enteros o parciales) empiezan a hacer estragos en la moral ciudadana.
Ahora, por ejemplo, estamos en confinamiento municipal. Con los bares cerrados, que son los colectivos «culpables» de esta nueva clausura. Hace no mucho, el colectivo elegido eran los «jóvenes». Pero, por sintetizar, da igual cuándo leas esto, siempre habrá un colectivo señalado y penado (excepto, el colectivo político, que, obviamente, nunca es responsable de nada).
Sin embargo, no poder relacionarnos es una oportunidad para relacionarnos más con nosotros mismos. Y, en lo personal, me he dado cuenta de lo abandonado que me tenía.
Haciendo una analogía de este confinamiento municipal, podría igualar mi persona con mi ciudad (Bilbao) y el prójimo con el resto de los municipios. Y he aprendido a estar en mi ciudad de otra manera, más reflexivo, dando gracias de haber nacido aquí. A veces, no soy consciente de la suerte que tengo de vivir en Bilbao, el «Botxo» mágico.
Cada uno puede tener sus fórmulas para sobrellevar estos tiempos, y una mía es salir a rodar en bicicleta. He aprovechado para dar vueltas por esos rincones que no valoro cuando se puede pedalear libremente; quizás, justamente, porque esos lugares están tan cerca es que no he sabido apreciarlos lo suficiente.
La bicicleta es una especia de meditación, de abandono de preocupaciones, de dejar de lado el ego y las voces que lo acompañan dentro de la mente. En resumidas cuentas, una «petit morte» que, junto con la risa y el orgasmo, da sentido a esta existencia terrenal.
Esta terapia de las dos ruedas un amigo mío la llama «biciterapia». Creo que su definición es mucho mejor, sin dar tantos rodeos, porque, obviamente, menos es más.
Con la bici, ese «menos» se queda en (casi) «nada» o (casi) vacío, y de ahí brota una especie de dicha (o gozo) que trasciende el placer más allá de lo físico.
Así que, y sin más preámbulos, me acerqué a la ermita de San Roque (Artxanda), asentada en un pequeño altozano en un paraje lleno, sobre todo, de encinas. Su situación delimita Bilbao y Sondika (no tengo claro que la ermita sea 100% botxera o parte propiedad de Sondika y parte de la villa bilbaína).
Os dejo unas imágenes. Eso sí, me provocan cierta tristeza y malhumor las pintadas y el poco respeto que se tiene a nuestra cultura. En fin, una pena.
Lamentablemente, no pude ver el interior, y me quedé con la esperanza vana de ver la imagen del santo (en verdad, soy aficionado a visitar ermitas y casi siempre me quedo con las ganas, porque casi todas están cerradas a cal y canto).
En este lugar se libraron enfrentamientos de la guerra civil española (1936-1939), y la población se cobijaba en refugios de los ataques y los bombardeos (parece ser que la fecha exacta de la batalla de Artxanda fue el 16 de junio de 1937).
Otra evidencia del paso de la guerra en nuestro «Botxo» son las trincheras en el Monte Abril. He aquí unas fotos que hice tras dejar atrás la ermita.
Seguí pedaleando y, en algún intervalo, me acerqué a los «Talleres de Deusto». El paso a este barrio está prohibido, pero justo cuando daba media vuelta para irme, apareció una señora paseando y le pregunté si podía entrar a hacer un par de fotos. Se negó. No quise insistir y pregunté si llevaba mucho viviendo allí. Me contó que toda la vida y que en la guerra civil habían quemado las casas. Posteriormente, habían reconstruido dos de las nueve o diez casas (no recuerdo la cifra exacta que me dijo la buena mujer) que había originalmente, antes que la guerra civil hiciera sus estragos.
Me quedé con la codicia de entrar y hacer las fotos (pero no pudo ser, uno es obediente). Sin embargo, os dejo estas instantáneas de la entrada a este barrio apartado.
Por si queréis saber más de este curioso barrio, os dejo este artículo sobre la historia personal de unos de sus vecinos: «Un superviviente de Ugasko» (Deia)
*Y puedes descargarte, gratuitamente, los relatos: LOS CREPÚSCULOS MUEREN A LO GRANDE, KRIPTONITA FEMINISTA , DOS FUGITIVOS de Ritxard Agirre, INSTINTO, «TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» (REMASTERED – 2023) , MI MANERA DE AMARTE SIEMPRE de Ritxard Agirre y el ensayo «TAROT. Camino de luces y sombras»
Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/
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