ARCANO II. LA SACERDOTISA. LILITH (TARÓTICO. Un viaje sexpiritual – REMASTERED)

Publicado: 2 septiembre, 2014 en Tarótico

TAROTICO-PORTADA

«Las mujeres son secretistas por naturaleza, y les gusta practicar el secreto por su cuenta» (Sir Arthur Conan Doyle)

 –¿Mari?

–¿Eres el chico que llamó antes?

–Sí, soy yo.

–Sube, te estaba esperando.

No había ascensor. Vivía en un segundo piso, y todo el edificio olía a humedad y moho. El portal era oscuro, sin luz apenas, sombrío. Subí las escaleras, aún débil. Desde mi encuentro con la vampira de los bosques hacía ya una semana, no había ido al trabajo. Para llegar aquí, había tenido que pedir un taxi desde mi casa, y eso que el piso de Mari está a pocas calles de distancia. Golpeé el pomo de la puerta dos veces, y quizás, como prolegómeno de lo que hoy me iba a suceder, el tiempo se enrareció y ralentizó desde ese momento.

Abrió la puerta al fin. Vestía elegante y a la vez humilde, la verdad. Incluso podría decirse que uno se asombra de su sencillez. Un batín verde largo cubría su cuerpo, y no podría acertar a decir si llevaba por dentro algo más. Su mirada era penetrante desde el primer instante que cruzamos los ojos y no cejó un segundo de observarme, como si quisiera entrar hasta las mismísimas profundidades de mis entrañas. Tengo que admitir que, a pesar de su aspecto poco cuidado, era una mujer muy atractiva, fuera tal vez de los dogmas de belleza establecidos, pero sí muy sugerente, por decirlo de alguna forma. Estaba ya en la edad en que toda mujer equilibra sus energías, y es terriblemente apetecible para el hombre valiente.

–Querido Ritxard, pasa al salón, acomódate –me invitó con mesura–. Yo me situaré frente a ti.

–Gracias, estoy muy fatigado, tengo temblores en las piernas. Me han hecho pruebas, y me han informado de una anemia fuerte. Estoy con suplementos vitamínicos, pero si les contara…

–Ya. Si les contaras qué te pasó, nadie te creería, ¿verdad? –concedió, con la suficiencia de las personas que entienden sin que nada les cuentes.

–Sí, –admití– así es.

–Has tenido un encuentro brutal con un demonio femenino. Corrígeme si me equivoco.

–Para nada, está usted en lo cierto.

Enfrente de mí, pude observar sus bonitos ojos marrón oscuro, con algún tono ocre verdoso, llenos de compasión y entendimiento. Sus manos me atraían sin saber por qué. De estatura media, el pelo rubio abundante y liso, mujer de generosas curvas para los gustosos de la carne, aunque en ese momento fuera tapada hasta casi los tobillos con su batín color bosque.

–Necesitas un tratamiento de choque, a la altura del ataque que sufriste. ¿Crees que estás preparado?

–Sí, por favor –rogué–. Haré lo que sea.

–Más bien debo hacer yo –rió–. Tú solo debes abandonar el miedo y dejarte llevar. ¡Ah! Y mirarme todo el tiempo que puedas a los ojos.

–De acuerdo –repuse convencido–. Me pongo en sus manos.

Y tras un silencio incómodo, ella sentenció:

–Las mujeres somos vehículos de transformación, damos vida a la carne, pero regidas por la luna como estamos, también esa carne podemos debilitar e incluso destruir. ¿Tu pene estaba erecto en el momento del hechizo? –cuestionó sabiendo la respuesta, buscando mi sinceridad.

–Sí.

–Pues a través del vehículo que utilizó debemos regenerar tu energía –explicó–. Es muy normal que los demonios usen el órgano sexual. Es más, es el que más utilizan.

–¿Y cómo lo vamos a hacer? –cuestioné ya sin paciencia ninguna, expectante de que empezáramos.

–Como te dije, mírame a los ojos y déjate llevar, haga lo que haga, ríndete y viaja…

Sin dejar de fijar su mirada en mí, ni yo en ella, convencido de llegar hasta las últimas consecuencias, se postró ante mí de rodillas y abrió con sus manos mis piernas. Al contacto las sentí frías, heladas. Sin embargo, no me quejé. Ella seguía observándome más y más. Sin llegar a tocarme, posó su mano izquierda sobre mi cremallera. Un calor, suave al principio y fuerte pasado un tiempo casi ínfimo, empezó a brotar en mi sexo, que revivió con nuevas energías. Sin dejar de mirarla, sentí satisfacción, ya que no había tenido ni una sola erección desde mi encuentro con la Lamia. Observándome fijamente, con la mano derecha bajó mi bragueta, y mi pene apareció brillante, duro y venoso como nunca; creía que iba a explotar. Mari seguía penetrándome con sus ojos. Con su lengua fina empezó a lamer desde la base hasta la punta, y en ese vaivén sentía más y más la profundidad de sus ojos como estacas. Empecé a gemir y recordé que debía rendirme. Aún no sé cómo pero de pronto metió todo mi pene en su boca, y el calor me inundó. Sentí que iba a eyacular, pero con su mano derecha agarró fuertemente la base de mi sexo, y con la izquierda tocó, con la palma abierta, mi corazón. El calor me envolvió entonces desde el centro de mi pecho. Una luz me cegó un instante, y de ahí ya no vi nada más.

Todo era oscuro; tenía frío, miedo; no sabía dónde estaba. De pronto reaparecieron los ojos, y supe que debía mirarlos. Al poco, de esos ojos salió una luz que iluminó el contorno de la dueña de ese mirar: una serpiente enorme y alada, grande como una anaconda, con alas de dragón. Recogida sobre sí misma, sacó y escondió fugazmente su lengua viperina durante unos segundos, y sin dilación abrió sus fauces y me engulló. Volvió la oscuridad.

A lo lejos, luces. Me fui acercando. ¿Estaba en el estómago de la serpiente? ¿O tal vez había pasado a otro plano? Según me acercaba, las luces eran antorchas colocadas en rocas y piedras. Estaba en una especie de cueva enorme con luz tenue, llena de estalagmitas y fosas de agua. No estaba solo. Enanos oscuros acerté a ver al principio escondidos; luego, cada vez más atrevidos a mi alrededor. Iban desnudos y no sabría adivinar su sexo, pero corrían de aquí para allá riéndose, mofándose de mí. De piel oscura, aspecto rugoso, nariz chata, orejas pequeñas y puntiagudas, eran pequeños demonios que brincaban sin parar. Estaba claro que había bajado a las profundidades más extremas.

Una mujer blanca de cabellos rizados larguísimos color fuego apareció de entre los demonios. Era hermosa y estaba desnuda. Se acercó con un caminar seguro y firme. Una serpiente ondeaba su cuerpo como una caricia desde los pies hasta la cabeza y se apoyaba sobre su hombro derecho, celosa de su ama.

–¡Bienvenido! ¡Pocos hombres se aventuran a venir hasta aquí! –exclamó contenta.

–¿Quién eres?

–Tengo muchos nombres. Algunas culturas me presentan como diosa. Otras, como demonio o monstruo, madre sacerdotisa… pero soy una mujer, al fin y al cabo, la primera de todas; una mujer rebelde desde un punto de vista masculino de ley y orden, y según los escritos de los hombres, expulsada del paraíso, pero fui yo la que me escapé para ser dueña de mi destino y de mi profundo mundo interior.

–¿Lilith?

–¡Muy listo! –respondió con satisfacción–. Y ciertamente, es el nombre con el que más me gusta que me señalen, ¡sobre todo tú, Ritxard! porque soy tu protectora –dijo con especial énfasis en mi nombre, con complicidad sutil y hermética.

–Gracias, Lilith, me honras –reverencié con humildad, me sentía guardado y feliz de estar con ella, como si nos conociéramos desde siempre.

–Sé por qué has venido. Volverás a tu centro cuando partas en un momento y tendrás además más fuerzas y energías que las que conocías antes –proclamó.

–¿Me vas a donar aún más que lo que tenía?

–Más que darte esa energía, tú mismo la recibirás del universo cuando hagas espacio dentro de ti.

–¿Espacio?

–¡Sí! –afirmó contundente–. ¿Ves todos los demonios alrededor de mí? ¿Ves que no se acercan a mí, que los tengo a raya? Tú debes hacer lo mismo con los tuyos.

–¡Yo no tengo demonios! –grité–. Bueno, que yo sepa –corregí con humildad.

–¿Acaso en tu vida no hay momentos en los que sientes ira, envidia, odio y otros sentimientos negativos? ¿Acaso a veces no te dominan y te anulan?

–Sí, –admití– confieso que sí.

–Esos son tus demonios. Este es el secreto que te vas a llevar: aprende a verlos y observarlos cuando se acerquen, pero recuerda que no te pertenecen. Te será útil para los próximos días cuando te sucedan pruebas que deberás acometer. Debes estar listo para el viaje al que estás destinado.

–¿Destinado? –pregunté inquieto.

–Y sin vuelta atrás –me contestó con ternura–. Y ahora debes hacer otro viaje; debes dejar la mansión creadora del inconsciente y volver a tu plano existencial.

–¿Cómo?

–Ya lo deberías saber –me sonrió cómplice–. Dejándote llevar… ¡y mírame a los ojos! –Y mientras decía esto, se acercó con su mano izquierda y tocó el centro de mi pecho.

La luz se volvió cegadora otra vez; puntos infinitos de colores aparecieron ante mí. Me inundó un concierto de brillos sin forma conocida. Poco a poco las tonalidades fueron haciéndose más mate, hasta que la borrachera de luz pasó, y me encontré frente a Mari.

–¡Vaya viajecito! ¿Cómo te encuentras?

–Mejor que nunca –contesté radiante y observé mi bragueta abierta y mi pene erecto mientras seguía ahí sentado.

–Es mejor que guardes tu «serpiente», ¿verdad?

–Ya lo creo que sí, joder –contesté convencido–. El dragón alado debe guardarse del frío y sacarlo a volar cuando es menester.

TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» disponible en formato físico en oraculodedelfos.com (Askao, 17. Casco Viejo – Bilbao)

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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