EL POSMODERNISMO: LA IDEOLOGÍA DE LOS CHARLATANES

Publicado: 27 marzo, 2020 en Artículos Opinión

«La política es el paraíso de los charlatanes» (George Bernard Shaw)

Vivimos una época dorada para los charlatanes. No hay más que encender la televisión y observar cómo, gente que no es experta en nada, opina de todo y, para peor, de manera jactanciosa.

Son los posmodernos que se hartan de juzgar y condenar el mundo y sus complejidades. Lo hacen desde un altar de superioridad moral. Una superioridad que, si uno se detiene a razonar, es irreal, porque no resiste el menor análisis.

Para ellos, los laberintos de la naturaleza humana son simplificados con su doctrina dicotómica. Las soluciones simples son las más requeridas en la sociedad que vivimos.

¿Por qué?

Porque a casi todos nos resulta trabajoso indagar en la compleja psique de cada uno. Además, ¿para qué estudiar los detalles? Somos aburridos burgueses occidentales. No queremos comernos demasiado la cabeza.

¿Os habéis dado cuenta, por ejemplo, de que el feminismo de salón (un tentáculo más del posmodernismo) es una charlatanería de culto? Son discursos rimbombantes, excelsos y alteradores. A la vez que de una imprecisión absoluta. Para que esta indeterminación sea útil es importante crear mantras pomposos, porque así consiguen impregnarlo de un esmalte de profundidad, pero fatuo por dentro.

Es obvio que hay muchas personas cansadas de vivir y que necesitan creer en algo. Urgentemente, además.

Los grupos son más fáciles de engañar que un individuo. Por eso el posmodernismo es marxismo trasnochado y la colectivización es parte de su credo.

Su forma de actuar es como la de las sectas: juegan con las emociones de la gente, porque sus mensajes son huecos. Sin embargo, lo disfrazan de esa rimbombancia que consigue circundar a los charlatanes de un halo de sacramenta sabiduría. Y es que sugestionan de forma deliberada. A través de las palabras, no de sus acciones. Palabras comodín como «justicia» o «libertad» que vociferan llenos de ardor y entusiasmo, pero sin una clara definición. No les hace falta, porque a esa indefinición ya le da forma sus seguidores. Sus promesas deben ser siempre vagas, para que la imaginación de sus partidarios haga el resto.

Luego está el poder del lenguaje. Esto significa que crean un vocabulario nuevo que les proporciona una credibilidad inimaginable.

Así convierten sus ideas en una «religión» y evitan que la gente piense. Los profetas del posmodernismo son, en verdad, dictadores, aunque promulguen lo contrario. En su interior se esconde un totalitario que desea vivir a todo tren. Con los bolsillos llenos de subvenciones públicas, algunos; de sus acólitos, otros y casi todos, de ambos.

Periodistas, actores y actrices o cualquier artista de la farándula se abrazan al posmodernismo para medrar en sus carreras. Posiblemente, muchos no se crean nada de lo que dicen, pero como vivimos en una tiranía del pensamiento, se doblegan y se dejan llevar por la corriente y la moda posmoderna. Yo no los culpo, ni los acuso de cobardes: aquí todos tenemos que ganarnos las lentejas.

Mucho peor (o no) y peligrosos son los convencidos de lo que dicen. Continuamente dan de «comer» a su rebaño de fieles. ¿Qué hacen para seguir alimentando estos profetas a sus seguidores?

Crean ENEMIGOS.

El enemigo es cualquiera que no piense como ellos. Porque ellos son la «verdad».

¿Habéis intentado razonar con un fanático? Es imposible, ¿verdad? Es gastar energías inútilmente. Se lo toman personal si criticas su ideología (y da igual que sea con respeto y de manera constructiva).

Y todo porque perdieron, en algún lugar del camino, la división entre su persona y el apego a sus ideas.

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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