REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» XIX. EL POSMODERNISMO (UNA ODA AL «NADISMO»), UN RECONOCIMIENTO SINCERO A NUESTROS ANTEPASADOS Y FELIZ 2022 (PRESA DE ARANZELAI O «ARANTZILLE», EN GALDAKAO)

Publicado: 2 enero, 2022 en Artículos Opinión, CICLISMO

Presa de Aranzelai (Arantzille) en Galdakao

Este es el primer post del 2022, y supongo que lo normal sería hacer análisis autocrítico del año que acabamos de terminar. Lo que pasa es que me parece aburridísimo. Además, se suele hacer una lista de autopromesas que para febrero está incumplida y, por supuesto, olvidada. Así que voy a escribir un post corriente y moliente.

Me gustaría que en este nuevo año la apertura de consciencia sobre el posmodernismo sea definitiva, porque es un cáncer que ataca todo lo que ha hecho que Europa sea el avance del mundo (calidad de vida, estado del bienestar, ciencia, propiedad privada y libertades individuales, entre otras características por las que la modernidad occidental es la vanguardia). Con la intención de hacer un aporte en ese sentido, el 1 de octubre del 2021 publiqué ««JESÚS, EL HOMBRE MODERNO. 10 «Leyes» para sobrevivir a tiempos posmodernos»» (que puedes encontrar en eBook y libro pinchando aquí).

La posmodernidad, con todos sus apéndices ideológicos y emocionales (de personas burguesas que odian su vida y van de revolucionarios, feministas, anticapitalistas o anti-establisment cuando en realidad, e irónicamente, quieren vivir del Estado), es una oda al «nadismo». Y uso la licencia «nadismo» porque ataca y destruye sin proponer alternativas (y no digamos ya que sean alternativas superadoras). Esta ideología podría resumirse en dos palabras: todo vale. Ya no existe la verdad; ahora tenemos la posverdad, el relato manipulado de lo que sucede; los hechos no interesan, solo la percepción subjetiva de los hechos. Y si todo vale, entonces, para qué esforzarse en mejorar, en buscar el sentido, en reflexionar sobre las preguntas que se ha hecho el hombre durante siglos. Es decir, si todo vale, todo es relativo. Si todo es verdad, nada lo es.

En definitiva, el posmodernismo es el relativismo puro, que es igual a decir que promueve la nada absoluta, la fragmentación y disolución de lo que existe, sin más.

Dentro de esta lógica, una de las cosas más graciosas y peligrosas que proclama la doctrina posmoderna es que «todo tiene el mismo valor». Por lo tanto, mi opinión del origen del universo (del que sé lo mismo que del funcionamiento de un motor de ocho válvulas; es decir, cero patatero) vale lo mismo que la de un físico y astrónomo. O si nos ponemos futboleros, podemos decir que el Athletic actual es de igual valor que aquel de principios de los ochenta que ganaba títulos, o que el voluntarioso, pero pobre técnicamente para primera división, Iñaki Williams es tan bueno como lo fue el talentoso Manolo Sarabia (lo que daríamos por tener un «9» como el gallartino ahora mismo, hasta medio cojo sería titular indiscutible). O podemos decir que el avance de Irene Montero dentro de su partido es lo mismo que el de otras mujeres que se han abierto paso en la política únicamente a fuerza de mérito propio.

Todo es lo mismo, oiga.

Pues no. No todos partimos del mismo punto, ni estamos en el mismo punto. La desigualdad existe y, además, es buena y necesaria. Pero eso a los «woke» no les importa y los domina el posmodernismo (porque les encanta creerse al mismo nivel que Carl Sagan en lo intelectual o Messi en lo deportivo con solo desearlo).

Por tal motivo, en esta batalla cultural se debe remarcar que no «todo vale» y no todas las cosas «son relativas».

Porque hay hechos y evidencias: Sarabia es mejor delantero que Williams (los números y los datos lo corroboran), un astrónomo sabe más del Cosmos que yo, y mi madre, trabajando desde los 14, tiene más mérito que la ministra de «igualdad».

PUNTO.

Y no hay mucho más que rascar.

Bueno, que me acelero; me pongo un pelín intenso con el inicio del 2022, y lo esencial es comenzar con buen pie.

Paz, amor y feliz año nuevo para la gente de bien.

Recordemos conservar (y defender) la herencia de la modernidad, que nuestros antepasados nos han legado con sangre y sudor. Ese es el mejor homenaje (y reconocimiento sincero) que les podemos brindar.

Comenzamos el 2022 sin ermitas, ni iglesias, ni ningún búnker. Nos desplazamos hasta la presa de Aranzelai (o «Arantzille») en Galdakao (Vizcaya). Un lugar que en otoño, con su enorme variedad de amarillos, naranjas y ocres, es un gustazo para un paseo crepuscular (la hora de la mejor luz) en BTT («mountain bike»).

Espero que tengáis un chute de dopamina con las fotos.