REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» LVIII. POR QUÉ EL AMOR ENTRE HOMBRES HETEROSEXUALES ES UNA EVIDENCIA IMPEPINABLE Y LAS LISTAS DE DESEOS, QUE POR LO GENERAL SUELEN SER UN FIASCO, PARA LOS AÑOS NUEVOS.

Publicado: 1 enero, 2023 en Artículos Opinión
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«Portal de los ángeles» en Meakaur (Morga, Vizcaya)

Me enorgullezco de tener lectoras feministas y soy consciente de que me leen más féminas que varones (y eso que yo critico mucho el feminismo posmoderno o woke como una ideología indigesta). Creo que muchas mujeres (lamentablemente, no todas) han entendido que criticar la ideología que abrazan no es personal.

Sin embargo, en mi artículo sobre el film «El beso de la muerte» (1947) una de ellas me escribió para decirme que no estaba de acuerdo con que existiera «el amor heterosexual entre hombres». No me explicó el porqué, solo conseguí rascar que «era su opinión». Bien, pues en este post voy a intentar argumentar por qué creo que el amor entre varones no es una idea absurda, sino, ojito, un hecho impepinable.

Comencemos por la infancia, el periodo en el que construimos el personaje que nos va a acompañar toda la vida. Estamos en «lucha» con nosotros mismos y, en cierta medida, con los demás. Y esa «lucha» se puede hacer incluso física. Una pelea entre chicos suele ser, habitualmente, hasta que uno «intuye» que su contrario es más fuerte y decide parar. Esos muchachos, después de algo tan violento, pueden llegar a ser grandes amigos y cooperar por un bien común. Tal cosa entre chicas jamás la he visto. Obviamente, la «lucha» entre féminas es más psicológica y cortesana, pero cualquiera sea la modalidad, las peleas entre señoritas suelen ser a muerte. Sí, sí, a muerte; no hay piedad. Y es que la piedad es un rasgo que he observado más en lo masculino que en lo femenino.

Entrando en la adolescencia, las amistades varoniles suelen ser tan genuinas que llegan hasta la vejez. Ese mantenimiento de camaradería atemporal tampoco es un rasgo femenil, pocas mujeres tienen amistades desde la infancia hasta el fin de sus días.

Por supuesto, todo lo que escribo son generalidades y habrá excepciones; corrientemente, en mujeres que tienen su parte masculina (yang) muy desarrollada (pero este tipo de damas son escasas, tampoco suelen conservar amistades de la niñez y terminan apreciando más la compañía de varones).

Otro rasgo que certeza del amor heterosexual entre varones es la necesidad de los hombres de estar con otros hombres. Estas relaciones se basan en una unión honda gracias a compartir gustos y aficiones, sin componentes de atracción sexual y romántica. Esto es algo que muchas señoritas, por lo que sea, quizás porque no se empatiza con los hombres en nuestra sociedad ni con sus problemas y necesidades, se van de este mundo sin poder comprender. Y aquellas que sí pueden apreciarlo incluso pueden llegar a envidiarlo sanamente. Hombres y mujeres somos diferentes y para un varón estar con un amigo es un descanso mental y espiritual. Esto no quiere decir que no ame, si la tiene, a su pareja. Los deportes de equipo, por ejemplo, crean lazos; una pachanga con el balón hace aprender a gestionar los egos. En un partidillo se aprende a amar, odiar, trascender rencillas, instruirse en estrategia, esquivar, trampear e, incluso, perdonar; jugar lo tiene todo, como una buena novela de corte costumbrista que no le falta de nada.

Y en cuanto a la pareja, voy a diferenciar por qué hombres y mujeres amamos de forma tan desigual. Lo haré de forma muy breve ya que no es el núcleo de este post. Los hombres somos más simples, visuales y pragmáticos. Pensemos que, la mayoría, con un par de pantalones, dos pares de zapatos y unas playeras tenemos para todo el año. Y es que como somos para nosotros somos para los demás. Es decir, un hombre para amar a una mujer necesita poco.

Me atrevería a sintetizarlo en tres atributos:

  1. Que sea guapa o, al menos, femenina.
  2. Que huela bien (es decir, que sea higiénica y perfumada)
  3. Y el más importante según te haces adulto: que no nos traiga dramas gratuitos a la mesa.

Para que una mujer ame a un hombre es más complicado, pero podría resumirlo en, simplemente, que ella lo tiene que «admirar». Y, para que eso suceda, tienen que darse una serie de enredados factores. Sin embargo, para un varón no es necesario admirar a su chica para amarla.

Sí, chicas, así es. Nosotros no necesitamos admiraros.

Si los lectores desean (pónganmelo en comentarios, como dicen los youtubers famosos que monetizan su contenido), podría escribir algunos artículos sobre «cómo ligar en tiempos posmodernos». A ver, serían artículos de mofa, befa y chanza porque no soy un experto y, por mi edad, estoy fuera del mercado romántico-sexual (mis mejores años pasaron y ya soy «grande» como dicen los argentinos); así que en esos capítulos no diría nada de qué hacer para ligar, sino más bien, jocosamente, qué NO hacer. Porque ya hay muchos vídeos y libros que aseguran que si haces esto o lo otro «pillas cacho fijo». Todo eso es una falacia para jóvenes incautos, porque las mujeres no son máquinas con botones que si pulsas uno es éxito asegurado y si pulsas otros es fracaso. Como señalé: somos complejos y las mujeres lo son más.

Pero volviendo al tema central del artículo, el amor genuino entre hombres es una evidencia observable. Posiblemente, de las más poderosas. El amor heterosexual entre mujeres, en mi experiencia, no existe (o no es como el de los varones). Fijémonos, como prueba, en estos tiempos posmodernos y woke la teoría de la «sororidad» que venden para ellas. ¿Por qué es necesario promover tantísimo la sororidad? Además del hecho de que, por supuesto, el concepto es parte de una ideología institucional (y, por tanto, regada de dinero público); las ideologías y la verdad suelen estar en caminos muy disparejos. La sororidad, seamos sensatos, es cuentear. Si algunas mujeres necesitan de una ideología para ser amigas genuinas, como forma de validación, gritándolo a los cuatro vientos para nutrir el sesgo de confirmación y haciendo todo tipo de postureo constante (cosa que rarísima vez se ve entre varones), entonces, es una confirmación contundente de mis afirmaciones.

En resumidas cuentas, ya lo dijo el maestro y filósofo (en muchas menos palabras y mejor que yo) Antonio Escohotado (1941-2021): «la verdad se impone sola. Solo las mentiras necesitan subvención del Gobierno».

Me gustaría acabar recomendando un film ochentero, basado en un relato de Stephen King, sobre la verdadera amistad entre chicos y raíz de lo que es el indiscutible amor heterosexual: «Cuenta conmigo» (1986, Rob Reiner). Los de la generación Boomer y X fijo que lo recordaréis con una sonrisa, aunque yo la última vez que lo visioné me fijé que ha envejecido mal y se le distinguen demasiado las costuras (eso no es óbice para disfrutarla si lo ves con los ojos del niño que fuiste).

Hoy, como la semana pasada, tampoco hay ermitas. Ando un poco vaguete. También me viene bien porque al blog le queda poca capacidad y eso supone que si en el futuro quiero seguir publicando, debo o eliminar artículos (que ya he empezado a hacer con entradas muy antiguas) o pagar por más espacio (opción descartada) o, sencillamente, abandonar la página y, tal vez, crear una nueva.

Pero, a cambio, para finalizar, podemos comentar un poco esas sempiternas listas de voluntades a cumplir para el año que recién nace. Sí, de esas que nunca se cumplen, aunque haya una energía latente de ser una mejor versión de nosotros mismos. Ese inventario de deseos que queremos hacer tangible y que rara vez llega a buen puerto, pero que seguimos haciendo porque, supongo, sabemos que hay muchas cosas a mejorar y que, a ciencia cierta, nos iría de perlas conseguir ciertos objetivos.

Es posible que fracasemos porque solemos hacer este tipo de listas en un momento de gran motivación (como año nuevo o cumpleaños). Y ya se sabe que la motivación es una emoción y las emociones para este tipo de cosas no sirven; lo que sirve es la disciplina.

Muchas gracias a los que seguís este blog txirrindulari. Soy consciente que esta página es de culto (eufemismo que uso para maquillar que se sigue o se lee poco) o underground. Sin embargo, el 2022 ha tenido un auge en personas que lo consultan desde la otra parte del charco (México, Perú, Bolivia, Argentina, USA, etcétera) y de Europa (Rusia, Irlanda…).

Me ufano de ello; sois una motivación para continuar.

A todos salud, pedales y feliz 2023.

*P.D: Si alguien lo desea, en comentarios, dejadme qué deseo (confesable) primordial tenéis para el nuevo año.

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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comentarios
  1. Nevermind dice:

    El amor heterosexual entre hombre existe. Y entre mujeres, surge en ocasiones, y a veces incluso dura, pero ciertamente, considero que es una «flor rara». Entre nosotras suele surgir más bien lo contrario, por lo general nos solemos comparar, medir, criticar mucho más entre nosotras. Es muy curioso, solemos saber el sacrificio que supone por ejemplo ser madre, y entre las propias mujeres, se suele criticar muchísimo dependiendo qué tipo de madre… Entre mujeres. Algo que me repugna pero que para qué negar, existe y sucede delante de nuestras narices cada día. Sin embargo, a veces te encuentras esa flor rara, te encuentras una «compinche», otra mujer con las mismas ganas que tú de dejar la máscara en algún sitio por un rato, mostrarse tal y como es, soltar algún exabrupto, desahogarse y soltarse esos botones del traje de perfección que a veces nos intentamos encorsetar sin éxito y sin que en el fondo nadie nos esté pidiendo que nos pongamos… Pero… así somos… Mi teoría es que viene de muy lejos, del nacimiento de la humanidad, de cuando los hombres se juntaban a cazar en manada porque la diferencia entre vivir y morir tal vez era ser capaces de cooperar y dejar atrás los egos para conseguir un bien mayor, que era el alimento y la supervivencia de toda una tribu. Sin embargo las mujeres, recolectoras y madres de las criaturas, dependían del alimento y la protección de sus hombres. Lo que para mi entender, seguro que sembraba envidias y celos cuando el macho dominante empezaba a mirar con otros ojos a una hembra nueva, poniendo en duda la continuidad de una protección a la pareja del momento. Y eso siempre se nos habrá quedado ahí, grabado a fuego. Una mujer para otra mujer puede ser una amenaza. Cosa que también han dejado escrita en numerosos cuentos tradicionales. El miedo de la bruja de Blancanieves era que apareciera otra mujer más hermosa… y supongo que otros muchos más ejemplos. Lo bueno de todo ésto es que la humanidad evoluciona, tengo fe en que esto vaya cambiando y cada vez nos encontremos con más de esas «flores raras» que despiertan esa parte nuestra más «yang» y no nos hacen encender inconscientemente el botón de alerta.
    En cuanto a lo de saber ligar o dar consejos. Estoy de acuerdo en que una mujer necesita admirar a un hombre para amarlo, pero a veces no es necesario, con la edad me doy cuenta cada vez más, todos erramos, somos humanos y cada vez más conscientes de las máscaras que utilizamos para «sobrevivir». A veces lo único que necesitamos es un amigo. Un amigo con quién compartir ese amor heterosexual como el masculino, que nos da a veces tanta envidia. Aunque si a partir de éstas relaciones se intenta construir una pareja, la cosa suele terminar mal. El equilibrio… qué difícil es conseguir el equilibrio.

  2. Nevermind dice:

    Ah! Mi deseo para éste 2023… Superar los miedos que me bloquean.

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