Iglesia «San Lorenzo» de Urigoiti (Orozko, Vizcaya)
Ha pasado una semana de Tour y ya se pueden obtener las principales impresiones. Las voy a dar forma mientras observo la etapa ocho (Libourne-Limoges), propicia para una escapada.
Primero, el guion establecido del duelo «Vingegaard vs Pogacar» se está cumpliendo a rajatabla. Ambos tienen una quinta marcha, una bomba de plutonio en las piernas, que carecen el resto de mortales. Esto puede resultar hasta «grosero» para la mayor parte del pelotón y lo único que pueden hacer es digerirlo (tal vez como una inevitable salmonelosis) porque tampoco les queda otra.
En cuanto a las esperanzas españolas ya vimos que Enric Mas, con porrazo incluido, se fue a casa y ya está pensando en la Vuelta. Creo que casi se ha hecho «un favor» porque no iba a rascar bola. No es hombre Tour, la carrera francesa le da vértigo y ahí están los datos de sus participaciones (sí, unos meritorios quinto y sexto puesto hace años, pero ese es su techo y para repetir tal fin mejor que se centre en intentar ganar la ronda española)
Mikel Landa en su línea. Tras su paso por el País Vasco, en el primer test serio de montaña, se han descubierto todas sus carencias. Sus mejores años (2015-2019) ya están lejos, muy lejos. Cuando el de Murguía ha tenido alguna oportunidad (generalmente en el Giro) su patrón siempre ha sido: caída o abandono por algún problema estomacal. Ahora está en la edad de Cristo y va por los 34 «ladrillos». Es el crepúsculo de su carrera y casi sería sobresaliente, por su parte, que firmara uno o dos años (no le doy más a alto nivel) por el Euskaltel. ¿Por qué por la formación vasca? Porque el alavés ha tenido prensa amable toda su carrera profesional (sobre todo desde los medios nacionalistas o euskaldunes) para los pobres resultados que ha tenido (o los que, al menos, se esperaban de su calidad) y puede devolver tanto «jabón» recibido fichando por la escuadra vasca para disfrutar de una retirada de aúpa. Ya no está para grandes proezas y este Tour solo puede aspirar a ganar una etapa siendo valiente y atacando de lejos. Lo veo complicado porque sus piernas, a mi parecer, ya no están para disgustillos ni gestas. Se le ve encogido en el grupo. No sabemos si se está dedicando a sacarse la carrera de perito agrónomo porque no se le ha notado su jeta, en ningún momento, en cabeza del pelotón. El vasco, en resumidas cuentas, lleva el dorsal 62 pero, bonitamente, podría ser el de «cerrado por vacaciones».
Por último, en ciclistas nacionales, tenemos a Carlos Rodríguez. El de Almuñécar no se arruga a pesar sus 22 primaveras y viene dispuesto a dar, si puede, un sablazo de campeonato en su primera participación. Es un ciclista regular, joven y fiable que ya apuntó maneras la pasada Vuelta a España. Le veo en un top 5 perfectamente, si tiene suerte. Para el pódium va a tener competidores complicadillos (los hermanos Yates, Jai Hindley, etcétera), es difícil que le eche el anzuelo al tercer puesto en el cajón, pero no es una misión imposible.
Regresando al meollo: el duelo entre el hierático danés (Jonas) y el bromista esloveno (Tadej) puede ser épico; un soponcio de emociones.
Esta edición del 2023 me recuerda al de Laurent Fignon y Greg Lemond en el Tour de 1989 (sí, aquel del despiste de Perico). La ristra de sopapos, y de cambios de liderato, que se dieron el parisino y el estadounidense fue para el aficionado como que le tocara el «gordo» de Navidad. Uno de los mejor Tours que he presenciado.
Mi pronóstico, me voy a mojar, es que va a ganar Pogacar. ¿Por qué? Porque pienso que va a ir a más. Llega Tadej justo de forma, pero a medida que transcurra las etapas se va a merendar a todo «pichichi». Jonas, sin embargo, ha empezado al 100% y es posible (es mi intuición) que la tercera, y decisiva, semana se le puede hacer muy larga.
Y no me quiero olvidar de ese superclase llamado Wout Van Aert, el fiel escudero de Vingegaard. Yo no sé qué tipos de «espinacas» toma el belga, pero se gana hasta el último euro que cobra.
A seis kilómetros de la octava etapa Simon Yates y Mikel Landa (qué raro) besan el asfalto junto con otros corredores. El final es muy nervioso y si no se está atento se paga con minutos. El último kilómetro pica para arriba y se lanza el sprint…
Gana Mads Pedersen del Lidl-Trek (equipo con uno de los maillots más horrendos que he visto).
Landa y Yates salvan un poquito los muebles y pierden cuarenta y cinco segundos.
Mañana novena etapa similar a la de hoy (rompepiernas, frenética, calurosa y arduo de controlar por las escuadras más potentes), pero con final en el alto de Puy de Dome
Hoy pedaleamos por Orozko (Vizcaya) y desde el distrito de Ibarra ascendemos, con el río Atxuri paralelo a nuestra derecha, hasta la iglesia de «San Lorenzo» en el barrio de Urigoiti (privilegiada zona para otear el macizo de Itzina). Esta parroquia es de estilo neoclásico y de una sola nave que, según las fuentes consultadas, fue reconstruido sobre otra anterior del siglo XIV (por su ubicación, se cree que aquí hubo una aldea altomedieval).
Este lugar, que se encuentra en las laderas del Gorbea, es un bello paraje de montañas y caseríos que invito a que conozcáis (por si os interesa, señalar que el 9 y 10 de agosto son sus fiestas).
Salud y pedales
Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/
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