REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» XCII. POR QUÉ ESPAÑA ES UN PAÍS DE RELATOS Y NO DE MOLESTOS DATOS

Publicado: 4 octubre, 2023 en Artículos Opinión, CICLISMO

Ermita «San Roque de Olazábal» (Dima, Vizcaya)

España es un país en el que gran parte de su población adolece de colodrillo trastocado. Pero mucho. Se creen los españoles, a pies juntillas, lo que dicen los de su cuerda, y pasan de los datos y los números como si estos no existieran o fueran un invento fascista, o similar, que está ahí para intentar amargarles.

Y es que la ideología deja —en estas personas— una huella más indeleble que el mejor escote de Monica Bellucci en mis pupilas.

Yolanda Díaz, nuestra ministra de Trabajo y Economía Social, también vicepresidenta Barbie, da la matraca —día sí, día también— que aquí los empresarios se hacen de oro. Y, claro, hay que seguir siendo populistas: más impuestos para los «ricos» y mayor subida del salario mínimo.

Porque ellos son muy de izquierdas y muy obreros.

Pero luego viene un aburrido de esos que no se traga la coba que nos suelta nuestra rubia ministra fashion y descubre que no se hace más que cerrar Pymes (casi 10.000 en los últimos dos años).

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué están pachuchos nuestros emprendedores? ¿Por qué a nadie le interesa? Porque España es un país de relato, como os digo, y no de molestos datos.

Y, como soy uno de esos aburridos, cito algunas de estas cifras: a las Pymes se les han incrementado los gastos cerca de un 20%. Véase en “más tributaciones”. Sí, pero no olvidemos tampoco la mayor dificultad en conseguir créditos y financiación bancaria. (Los tipos de interés se han triplicado en un año). A esto podemos sumarle la luz, la inflación o el transporte (con la gasolina por las nubes), por decir algunas de las inoportunas realidades que rompen las pelotas de nuestra izquierda posmoderna —y que, obviamente, nunca tiene la responsabilidad de nada—. Total, si algo sale mal, es fácil salir del paso señalando con la culpa al fascismo, a Amancio Ortega o a Franco.

O a los Reyes Católicos y al El Cid si es menester, ¡lo que haga falta!

Lo de Franco —y la ojeriza que le tienen a esa momia— es de hacérselo mirar a los progres. Dan tanto la cantinela que van a conseguir hacer del dictador un «icono pop».

Mientras nuestros autónomos sobreviven como pueden, el resto de españoles observamos —con estupor— la potra que tiene un mendrugo fanático y ridículo como Puigdemont. (No hay más que ver de qué guisa va y ese corte de pelo inclasificable). A nadie le importaba su paradero, oiga. Y ha pasado de ser un personaje siniestro —e intrascendente— al primer plano en el ajo político.

Todo porque nuestro presidente guaperas, Pedro Sánchez, le necesita para seguir en el Gobierno (sí, ese mismo que dice: «yo no miento, cambio de opinión»). Y si hay que aceptar cualquier chantaje, pues se acepta, ¡qué más da! Lo importante no es que la economía y los problemas reales de la gente se solucionen. No, por Dios, ¡qué pereza y qué zozobra! Lo transcendental, para estar todos contentos como unas castañuelas —aunque uno se muera de asco y de hambre—, es el cuento de que no gobiernen los fachas, la ultraderecha y esas zarandajas.

Patidifuso se queda uno.

¡Salud y pedales!

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