REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» CVI. POR QUÉ LA ENTREGA DE LOS GOYA PARECIÓ UNA FIESTA SATÁNICA

Publicado: 16 febrero, 2024 en Artículos Opinión, CICLISMO

Alto de Gaztelumendi (Larrabetzu, Vizcaya)

Como ya he escrito en varias ocasiones, en mi mocedad disfruté de un ciclo de la Hammer que emitió la televisión pública. (No existían las cadenas privadas por aquel entonces y esto me retrata como un carroza). Eran producciones de terror de calidad, aún siendo hechas con cuatro duros. Una de las cosas que me producía cierta fascinación, e impotencia a la vez, era la flema británica ante los desaguisados que sufrían los protagonistas.

¿Por qué?

Porque siempre pensaba que —ante las calamidades, los dramas o los peligros inminentes— se lo tomaban todo con demasiada calma; y creía que, si hubieran tenido algo de sangre, ¡algo de carácter mediterráneo!, casi toda la totalidad de esos sufrimientos se hubieran prevenido o solucionado.

Y en este post quiero hablar de la pesadilla posmoderna en que se han convertido los premios Goya (aclaro que no pierdo un minuto de mi vida en ver esta gala corrupta, pero es inevitable ver y leer extractos de ella) y de cómo me vino a la memoria un film de aquella productora británica que os mencionaba. En concreto, me refiero a «La máscara de la muerte roja» [Roger Corman, 1964].

Ya hay excelentes periodistas que han analizado con buen tino la gala, pero yo quiero darle un enfoque distinto, uno satánico. Para que me entendáis, empezaré por poner un poco de contexto con ayuda de la sinopsis de la película que, por cierto, es una adaptación de un relato del escritor estadounidense Edgar Allan Poe [1809-1849].

El largometraje, protagonizado por Vincent Price [1911-1993], nos narra cómo un adorador del Diablo, el príncipe italiano Próspero, se encierra con sus seguidores en uno de los castillos de la corte para evitar el contagio de una plaga devastadora llamada “Muerte Roja”. Una vez dentro, ajeno al sufrimiento del pueblo, decide organizar un baile de máscaras acompañado de algunos juegos depravados. (Dejaré el tráiler original al final de este post).

Yo el símil lo veo obvio. Pero lo voy a desarrollar con gracia. Podría empezar diciendo que el papel de Vincent Price lo borda Pedro Almodóvar con su pataleta sobre que «ellos devuelven con creces todos los subsidios que reciben». Y, sin embargo, los datos indican que no recaudan ni la mitad de lo que el Estado les regala, ¡a fondo perdido!, por sus bodrios. Pero el manchego, aparte de mentiroso y arrogante, es sólo un tonto útil, el director dirigido. Quien realmente mueve los hilos del sarao es el sádico príncipe Próspero, o sea, Pedro Sánchez, —¿o debería decir “el príncipe PrósPedro”?— que saca pecho por el arte español gracias, ¡cómo no!, al reparto del dinero de nuestros impuestos entre estos «artistas» paniaguados que viven en su onírico mundo, alejados y abstraídos de la realidad. ¡O quizá no tan abstraídos!

Estos individuos —personajes amorales y privilegiados— han vendido su alma (creativa) al Diablo (léase, subvenciones). Lo más aberrante de todo es que son como una plaga. Los hay por doquier. Y sus peroratas woke y posmodernas durante toda la gala resultaron, además de perversas y depravadas, de lo más soporífero.

Encima, con un aire de superioridad moral despiadada que se destila a chorros, han dejado en la indigencia profesional a un joven director —Carlos Vermut— sin más pruebas que unas declaraciones de carácter anónimo. Porque, que yo sepa, las denuncias bien hechas se hacen en la comisaría. Y los juicios bien hechos se hacen en los juzgados. Pero esta gente —insisto— satánica y ruin se pasa por el forro la justicia ordinaria y la presunción de inocencia, y opta directamente por la calumnia pública. ¿Para qué se necesita un ministerio de justicia si ya hacen ellos de juez y de jurado? Y es que su ego supera su sentido común.

En resumidas cuentas, me parece surrealista —por no decir humillante— que esta gente se erija como portavoz de la cultura española, porque lo cierto es que, más que ensalzarla, manchan su nombre. Porque, entre otras cosas, para hablar en nombre del Arte y de la Cultura, ¡hay que hacer arte y tener cultura! Porque, entre muchos otros sentidos comunes, la sensatez sabe que hay un espacio y un momento para cada cosa. Porque, entre otras lindezas de la personalidad, tener criterio propio significa no repetir con boba prepotencia el mismo son con la misma melodía. Porque, para apostar por una causa, es imprescindible tener un discurso propio que defender desde la propia voz, no desde la repetición hortera de un guion preparado para el “bien queda” posmoderno que nos está tocando vivir.

En fin, al menos me queda como consuelo el final de «The masque of the red death», el cual no desvelaré por no hacer spoiler.

Hoy pedaleo hasta el alto de Gaztelumendi[1], donde me encuentro con las fortificaciones del «Cinturón de Hierro» (Guerra Civil) y una leyenda en su cima que nos explica cómo, el 12 de junio de 1937, llegaron hasta aquí las tropas nacionales tras romper las líneas defensivas.

Espero que os gusten las fotos.

¡Salud y pedales!

[1] Monte del Castillo

Exif_JPEG_420

*Si deseas saber más sobre la posmodernidad totalitaria (y censora) y crees en la información como herramienta creadora de mentes con criterio, te invito a leer mi ensayo: ««JESÚS, EL HOMBRE MODERNO. 10 «leyes» para sobrevivir a tiempos posmodernos»».

*Y puedes descargarte, gratuitamente, los relatos: LOS CREPÚSCULOS MUEREN A LO GRANDE, KRIPTONITA FEMINISTA , DOS FUGITIVOS de Ritxard Agirre, INSTINTO, «TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» (REMASTERED – 2023) , MI MANERA DE AMARTE SIEMPRE de Ritxard Agirre y el ensayo «TAROT. Camino de luces y sombras»

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

TÍTULOS A LA VENTA (AMAZON y LIBRERÍAS)

««KIRK BOSTON contra la banda de Mark «el Guapo»»