REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» CV. POR QUÉ LA CULTURA DEBERÍA SER LIBRE

Publicado: 4 febrero, 2024 en Artículos Opinión, CICLISMO
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Alcanzando la ermita de «San Antolín» en Lemona (Vizcaya). Santuario protegido en un paisaje digno de contemplar.

Inmediatamente después de publicar mi relato «Dos fugitivos», una lectora me regaló un buen tirón de orejas. Básicamente, me dijo que ese era el tipo de entradas que debía subir a mi blog y, ¡caray!, no escribir tanto artículo sobre temas polémicos que lo único que consiguen es crispar y enfadar a terceros.

Es más que posible que tenga algo de razón; pero uno, aparte de ser una calamidad con patas, tiene ácrata el corazón y se envenena de lo que guarda.

¡Spoiler! Hoy toca un post de denuncia, en esta ocasión, al mundo de la cultura; ya que, a mi parecer, en España hay un exceso de obra subvencionada, especialmente en lo que al cine patrio se refiere. Yo entiendo que el gobierno no debería meterse. ¿Y por qué estoy en contra? Porque los artistas merecen ser libres de crear, en lugar de vivir temblando ante la posibilidad de que —si se mostraran subversivos al sistema— muerdan la mano que les da de comer y se corte el maná de “papá Estado”.

Dicho esto, tengo que poner toda la carga de responsabilidad sobre los artistas, quienes deben ser conscientes de que deben —un deber no sólo por necesidad material, sino también espiritual— ¡vivir de su trabajo! Porque los creadores paniaguados son responsables de que su producto guste e interese; han de aprender que el objetivo final es que la gente ¡compre su producto!, en lugar de “estar vegetando bajo el paraguas del Estado”. Chicos, de verdad, es que a muchos nos pone de los nervios que se financien, con nuestros impuestos, películas españolas que nadie va a ver y que ¡a nadie le importan un comino!

Aquí debo añadir que me molesta en especial la publicidad institucional que, de un tiempo a esta parte, tiene más de “evangelización woke” que de interés social.

Pero, como bien sabemos, con el dinero que no es propio es fácil ser espléndido y socialista

Existe otro hecho perverso de nuestro Estado: la selección de los afortunadillos. Unos pocos «elegidos» se convierten en los bienaventurados que recibirán esa lluvia de dinero público. Esa gente no corre ningún riesgo, lo que resulta un agravio comparativo con cualquier otro emprendedor. Y no me vale que la cultura y su patrimonio juegan en otra liga, ¡no!, porque entonces ¿dónde está la gracia? Los artistas subvencionados, por continuar en el ajo, hacen cualquier “chorongo” y a los ciudadanos —que, dicho sea de paso, pagamos sus bagatelas creativas— nos toman por el pito de un sereno.

Yo les invitaría —a esos directores, actores y demás parafernalia del mundillo— a que se jueguen su propio capital (sí, a la forma hollywoodense; te forras o palmas, como cualquier hijo de vecino). Por cierto, parece ser que dichos «elegidos» subsidiarios son siempre los mismos y siguen las mismas posturas políticas. ¡Qué raro!, ¿verdad? Además, a esta gente “progre y posmoderna”, ¿no se le llena la boca con la palabra «igualdad»? Pues sepan que igualdad es igual a cero subsidios. Cualquiera entendería que lo justo sería que dejen de ser unos paniaguados ventajistas frente a las productores independientes, es decir, que dejaran de «jugar dopados».

Claro que, ¡si el dinero te llueve del Gobierno!, es muy fácil filmar un churro. Mientras que cualquier otro que decide abrir un negocio comienza por pagarlo todo.  ¡Y todo significa comerse toda la presión fiscal con el propio bolsillo!

En resumen, ¿por qué tenemos que aguantar esto?

Ya verían ustedes como, por arte de “magia potagia”, se ignoraría hasta el paradero de esos gorrones de la cultura si tuvieran que jugarse sus propios cuartos. O, por contra, se preocuparían de ofrecer productos de calidad y de interés para el ciudadano; ¡cáspita!, es hora de que espabilen, bajen al mundo real y sean rentables. Mejor que se busquen sus alubias y dejen de parasitar al contribuyente.

A mí, el Estado jamás me ha dado una peseta por publicar mis libros. Y ¿saben qué?: “Es como debe ser”.

Y así ocurre con cualquier negocio o pequeña empresa. ¿Acaso no son también cultura una librería o incluso, voy más allá, una alpargatería o una tasca? ¿Reciben estas pequeñas empresas ayudas de Gobierno cuando necesitan actualizarse o hacer alguna reforma? ¿O sobreviven, meramente, a costa de su propio sudor y sangre?

Ahí lo dejo por hoy. Espero que mi lectora no se sulfure por este post pelín crispado. Y, si le dio berrinche, no sé, tal vez en el próximo San Valentín la compense y suba algún que otro relatillo «erótico-festivo-juglar» con ribetes románticos…

¡Salud y pedales!

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comentarios
  1. Nevermind dice:

    No sé a qué lectora te referirás en concreto, pero dudo que sea una influencia real en cuanto a los temas que tratas en tu blog. Tengo la sensación de que escribes como piensas; sin censura ni subvención, que es como debe ser. Otra cosa es la respuesta de tus lectores. Estoy muy segura de que no soy la única que disfruta más leyendo sobre fantasías, fugitivos, palabras sugerentes que sobre crispaciones mundanas, que para eso tenemos los informativos dando la matraca a diario. Pero, para gustos los colores. Sobre las subvenciones, no puedo estar más de acuerdo, pero es algo parecido a lo que pasa con los premios (Los Oscars, los Goya etc etc), muchas veces soy consciente de que no se premia un valor en conjunto de una obra, sino otras cosas… argumentos que simpatizan con movimientos sociales ahora en auge etc… Y aquí es donde se podría entrar en un bonito debate sobre la libertad de expresión real, que a mi modo de ver, no será real si no todos juegan con las mismas reglas. O se subvenciona todo o nada en absoluto.

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