Ermita de «San Lorenzo» en el barrio de Baltzola (Dima)
Cuando cursaba sexto de EGB nos obligaban a leer un libro cada mes y a elaborar una redacción después. La buena noticia era que podíamos elegir título y autor. Yo, admirador de las películas de Hammer Productions, de las que por aquel entonces emitían un ciclo en “la 2”, me incliné por «Drácula», de Bram Stoker [1847 – 1912].
Me comía la curiosidad por conocer el origen de tan célebre personaje del celuloide. «¡Será molón!», rumié.
Cuando tuve el libro en mis manos —lo recuerdo perfectamente— me quedé frío como un carámbano. Con cara de pelele, tal cual leéis, al ver la cantidad de páginas. «Menudo ladrillo», pensé, «¡ostras, Pedrín!, ¿era una decisión acertada?». Massiao p’al body de un imberbe de once años. Sin embargo, aquellos pensamientos se fueron pronto a hacer gárgaras, porque me la leí en un periquete y no dejé ni las telarañas.
A pesar del tiempo transcurrido, puedo asegurar que lo mejor de la obra es el comienzo: el castillo del Conde en Transilvania. Y en los momentos en los que Drácula no aparecía (cuando la acción se traslada a Londres) la novela era, para mí, menos estimulante, menos sugerente, menos fetén. En definitiva, «Drácula» sin Drácula en sus páginas se echaba de menos; no me interesaban tanto las turbaciones emocionales y agonías de sus protagonistas mortales. (Mucha algarabía mental para la simpleza de un niño). Lo que molaba —¡y mucho!— era el vampiro en escena.
No obstante, esta reseña es para «El invitado de Drácula y otras historias de terror» (1914), una serie de fábulas del autor publicadas póstumamente por su mujer, Florence Stoker [1858 – 1937], incluyendo la que titula el libro. El resto fueron obras del autor irlandés en sus primeros años creativos.
Su viuda declaró que «El invitado de Drácula», por entonces inédita, había sido descartada por la extensión de la novela. No sé si será verdad, porque no es larga y podía, divinamente, haber sido incluida. Y añado, además, que hubiera sido un comienzo brillante. ¡Cachís la mar! Para un servidor, es la mejor del recopilatorio. Si fue un editor quien la eliminó, tenía más miopía que un gato viejo.
En fin, al meollo: Su argumento nos relata el viaje en carruaje de un caballero inglés (suponemos que es «el Jonathan Harker» del Drácula famoso), en la Noche de Walpurgis por Munich antes de marchar a Transilvania. Y no cuento más, porque es una lectura que recomiendo.
Kuka posando con «El invitado de Drácula y otras historias de terror» (1914) de Bram Stoker
No soy muy aficionado al terror gótico, pero esta obra —junto a «Malpertuis», de Jean Ray, y, por supuesto, «Drácula» (el original)— son de lo mejorcito que ha llegado a mis manos. No debe ser nada fácil escribir lo truculento con elegancia y lo erótico de forma disimulada, así como un terror hipnóticamente cautivador y lo sobrenatural —ambos— de manera (casi) seductora.
De los otros relatos haré una escueta sinopsis. «La casa del juez» es la historia de un estudiante que no cree en lo sobrenatural y, buscando tranquilidad para estudiar, alquila una casa encantada. Tengo que decir al respecto que, después de «El invitado de Drácula», sería el mejor. Si sois sensibles a los animales domésticos (concretamente a los gatos) no os aconsejo leer «La squaw*». Me provocó ciertas náuseas y dolor de tripas. Avisados quedáis.
«El regreso de Abel Behenna» cuenta la crónica de dos amigos cortejando a la misma mujer, con la pérfida influencia de la madre de esta. Hay párrafos que, hoy en día, podrían considerarse machistas. Para mí no lo son. La mentalidad de épocas pasadas era más lógica, a salvo de la posmodernidad reinante. El relato en sí no me parece de terror gótico, pero sí terrible: una joyita con moraleja cruel, tal vez, pero necesaria.
Los demás —«El secreto del oro que crecía», «La profecía de la gitana», «El entierro de las ratas», «El sueño de las manos ensangrentadas» y «Las arenas de Crooken»— son esfuerzos creativos que no han captado mi interés. La obra, por tal razón, es un poco irregular, alternando algunos relatos mediocres con historias sobresalientes (e inspiradas).
Me vienen a la cabeza aquellas películas de moda en los setenta (y ochenta), como «Creepshow», de 1982, y «Creepshow 2», de 1987, que consistían en una serie de episodios cortos (unos más destacados que otros) de terror y misterio unidos a una historia central. Aunque, claro, en aquellos largometrajes existía un nexo del que este conjunto de relatos carece. Da igual, supongo que quiero tomarme la excusa —y la licencia— para invitaros a ver una de mis favoritas: «El asilo del terror» (1972).
Llevo tiempo pensando en volver a hojear ese clásico que es «Drácula». Después de leer «El invitado de Drácula», la balanza se inclina hacia el haber. En aquel entonces era un mocoso y sé que la disfrutaré de otra manera. No sé si al final lo haré, porque nuestro tiempo es finito y, los libros, en cambio, son (casi) infinitos.
Lo que sí sé es que, a pesar de mi mocedad, tuve claro que había leído una obra notable. Aprendí que los libros no se juzgan por la cantidad de sus páginas, sino por su calidad.
¡Salud y pedales!
[*Squaw: Mujer nativa americana, generalmente una esposa. Actualmente esta palabra podría ser considerada ofensiva].
*Puedes descargarte, gratuitamente, mis relatos: LOS CREPÚSCULOS MUEREN A LO GRANDE, KRIPTONITA FEMINISTA , DOS FUGITIVOS de Ritxard Agirre, INSTINTO, «TARÓTICO. Un viaje sexpiritual» (REMASTERED – 2023) , MI MANERA DE AMARTE SIEMPRE de Ritxard Agirre y el ensayo «TAROT. Camino de luces y sombras»
Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/
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El Blog Sexpiritual 
Efectivamente Ritxard ,El invitado de Drácula es un cuento de fantasía escrito en 1887 por Bram Stoker . Originalmente estaba destinado a servir como introducción a su famosa novela, Drácula , pero el editor inglés habría optado por retirarlo por considerarlo superfluo. El realismo de la historia se debe en gran medida a su modo de narración. No se donde leí que la novela nos enseña que no somos dueños de nuestros deseos, por eso nos perturban y su estudio ha estado a la luz de las interpretaciones freudianas, que ven en el vampiro un sujeto de latentes apetencias sexuales simbolizadas a través de la sangre. Como siempre buena reseña la tuya Ritxard.
Asylum… Recuerdo perfectamente cuando vimos aquella película. Y cuánto me sorprendió. También tengo que decir, que hay ciertas películas que marcan un antes y un después y no sólo por el momento vital sino por quién nos acompaña 🙂
Yo también recuerdo aquel momento. Y recuerdo que te parecía «interesante» (por atractivo ) el protagonita que, por cierto, fue un actor que hizo (Robert Powell) de Jesucristo (https://www.filmaffinity.com/es/film320223.html)