POR QUÉ FRANCISCO IBAÑEZ ES EL MIGUEL DE CERVANTES DEL TEBEO ESPAÑOL

Publicado: 18 julio, 2023 en Artículos Opinión
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Algunos de los «Mortadelos» de mi colección

Parece ser que el clasismo en el mundo de la cultura (y más concretamente en el de las letras) es de hacérselo mirar. Debo de ser muy «naif», porque atónito me he quedado. No era consciente hasta que nos dejó el maestro Ibáñez [1936 – 2023]. Nadie, salvo alguna honrosa excepción, ha pensado que merecía su tiempo y esfuerzo escribir unas líneas de pésame.

En países menos acomplejados, como son USA o Francia, su figura tendría calles y monumentos, y su obra sería objeto de estudio en colegios y universidades.

En cambio, en España el mundo de la (in)cultura está atado (incluso secuestrado) por el sistema de subvenciones y demás zarandajas. Y es que, esta cultura politizada y adoctrinadora, no es cultura, sino basura planfletaria. En fin, ¡que les den forraje! (Es lo que buscan, aunque para ello se usen palabras más amables, del tipo «subsidios»).

Menos mal, que la gente —adultos y niños españoles, desde la generación de los «baby boomer» hasta la actualidad, pasando por la «generación X»— sabemos de buena tinta de su genio. Porque su legado nos enseñó a leer (y a amar la lectura) a través del carcajeo a mandíbula batiente y, sobre todo, nos instruyó en el noble arte de reírse de uno mismo. Por ello digo que era un maestro, un maestro absoluto.

Ibáñez, además, tenía un extenso vocabulario. Confieso que a veces, a día de hoy, cuando releo sus tebeos (y me destornillo) busco palabras de su rico léxico cuyo significado desconozco, o averiguo sobre los territorios que cita en sus viñetas, de las que no tenía ni pajolera idea de su existencia. El barcelonés tenía el don de enseñarnos lenguaje y geografía a la vez, con una sonrisa perenne en nuestros rostros. Lo que digo, un maestro.

Sus «pecados», a mi parecer, en todo caso pudieran ser dos:

  1. Era un genio blanco (como su humor).
  2. Y su extensa obra carece de credo ideológico, motivo por el cual ninguno de los políticos y partidos con su posición en la palestra de las próxima elecciones, no ha dicho ni “mu”. (No lo pueden «utilizar» al no ser uno de sus paniaguados).

Con dichos «pecados» es normal que nunca ganara el galardón nacional más importante: el Príncipe de Asturias. Ahora lo comprendo. Y ojalá no se lo otorguen, porque, en ocasiones, no hay mayor injusticia que una justicia tardía.

Ignoro que tipo de cafres forman el jurado para el premio, pero, un servidor, directamente les mandaba a todos «a la cámara de gas». Metafóricamente hablando, eh, ¡no se me sulfuren! (Que vivimos tiempos posmodernos de mucho hater ofendido y hay que explicarlo todo).

No obstante, si se lo concedieran póstumamente, Don Francisco se troncharía desde el otro lado. No lo dudo.

En cuanto a los autores españoles —esos que copan las librería del país— que anteponen, demasiado a menudo, sus ideas políticas (que a nadie importan) a la calidad de su trabajo, que han osado callar (mucho menos escribir unas líneas) ante la magnitud e influencia del mejor historietista del tebeo de España, sólo se me ocurre pensar que adolecen de un cerebro más que mediocre, por decirlo suave. Mediocre el cerebro… y envidioso el corazón.

Imagino que callan porque no le llegan ni al metatarsiano del pie izquierdo. No me extraña. Son los mismos zopencos que, en la actualidad, enmudecen ante las acciones sangrantes de la censura posmoderna, como, por ejemplo, la manipulación de las novelas de Agatha Christie o Roald Dahl, o de films como «Lo que le viento se llevó».

En definitiva, solo les importa su plato de lentejas, sin comprender que los siguientes serán ellos.

A muchos de esos escritores, a los que yo mismo respetaba (y admiraba), no los miro ya de igual manera. Tiene que ser duro que un «pintamonas» le suelte la bofetada padre a cualquiera de estos culturetas de chichinabo.

¿Por qué? Porque, cuando estiren la pata, nadie se acordará de los, hoy, mudos de voz y puño de nuestra literatura. Porque la atemporalidad es para el padre de «Mortadelo y Filemón», «Rompetechos», «Pepe Gotera y Otilio», «13 Rúe del Percebe» y tantos otros. Y porque su obra lo vale: la calidad y el talento puro, sin ideologías, siempre permanecen.

Sin embargo, no hay que olvidar que estamos en la era de lo inmediato, del Twitter de 140 caracteres, de los vídeos cortos de TikTok (no más de 1 minuto, que sino se nos aburre el rebaño). En resumidas cuentas, no hay sustancia, ni profundidad, ni nada. Y ni falta que hacen. Lo instantáneo y lo rápido son el «Soma» —«la droga del mundo feliz» según Aldoux Huxley («Un mundo feliz»)— de la posmodernidad.

Don Francisco Ibáñez, lo digo son avasallar (pero también sin sonrojo, porque así lo pienso) es nuestro nuestro «Miguel de Cervantes de historieta», del tebeo español. Y Mortadelo, su «Don Quijote».

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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