REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» LXXII. POR QUÉ EL «PATRIARCADO», COMO MODELO LIBERADOR DE LA MUJER, MURIÓ DEFINITIVAMENTE EN LOS OCHENTA (ERMITA DE «SAN MARTÍN» EN SONDIKA, VIZCAYA)

Publicado: 30 abril, 2023 en Artículos Opinión, CICLISMO, EL HOMBRE MODERNO. 10 «leyes» para sobrevivir a tiempos posmodernos
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Ermita de «San Martín» (siglo XVII) en Sondika (Vizcaya)

En los ochenta lo exótico era tener una madre que trabajara fuera de casa. Lo general, aquel entonces, era el padre de familia, que llevaba un sueldo a casa, y la madre que se dedicaba al hogar y los hijos.

Es decir, había solo un sueldo y ¿sabéis qué?

Que llegaba para todo. Incluso, si se era ahorrador, se tenía para una segunda vivienda en verano.

Parece que ha transcurrido milenios desde aquello; pero, no. Solamente ha pasado cuatro décadas.

Hoy, aquello es impensable, un sueldo medio no llega ni para pipas. La incorporación en masa de la mujer al mercado laboral ha multiplicado la oferta de trabajadores para las empresas y la demanda no ha sido proporcional. Es decir, actualmente es la empresa, más que nunca, el que tiene la sarten por el mango y no el currela.

Además, hace cuarenta años la mujer era más libre; podía elegir entre salir a la calle a llenar el cazo (currar) o ser ama de casa.

A las jóvenes, desde temprana edad, se las ha torpedeado en ser «igual» que el hombre en todas sus facetas, se ha tragado enterito el «producto» de ser independiente, fuerte y empoderada; en definitiva, tener las mismas cadenas sociales que un hombre y, encima, perdiendo los beneficios de poder dedicarse, en preferencia, a su prole si lo desea.

Una libre elección que, por roles, era exclusivo de las féminas.

En este momento, ser una mujer florero (a no ser que seas Georgina Rodríguez y tener hasta tu serie de televisión) es inviable; inviable y mal visto.

Por tanto, las mujeres que desean ser tradicionales han visto cómo esa opción se ha esfumado. Les pueden dar las gracias al feminismo y su lavado de cerebro colectivo que ha ocasionado en la sociedad (y, sí, incluyo a los hombres «aliades»). En conclusión, el feminismo y el Estado se han dado un abrazo y han conseguido su objetivo: que la vida de las mujeres, a día de hoy, tenga la obligación de salir a trabajar sí o sí.

Para que todo este entramado haya tenido éxito ha habido un refinado plan de «ingeniería social» a través de una machacona propaganda. Y la propaganda es un arma muy poderosa; sabe manipular. Lo hace de una forma minuciosa, con verdades a medias bien seleccionadas y, en la mayoría de ocasiones, fuera de contexto y con infinitos litros de demagogia y carga emocional. Y, por supuesto, no solo se usa para venderte el último Ferrari o un nuevo paquete de compresas, también se utiliza (y esto es más dañino) para venderte ideas.

Propaganda y, no lo olvidemos, dinero; mucho dinero detrás.

Un ejemplo poderoso es la Fundación Rockefeller que sufragó, muy espléndidamente, el movimiento feminista. Obviamente, no para liberarla de nada, sino por dos razones esenciales:

  1. Incorporación de la mitad de la población mundial (mujeres) al mercado laboral y así pagar impuestos como el varón.
  2. Romper la estructura familiar (menos matrimonios, más divorcios) y los niños no se educaran con sus madres y, por consiguiente, tener el Estado (que sería el sustituto de los padres) vía libre para su adoctrinamiento.

Yo añadiría una tercera que, posiblemente (o sí, no lo sé), no buscaban en aquel entonces, pero que es colateral a día de hoy. Y ha sido retomar una «guerra de sexos» (trascendida hace ya mucho) con el quebranto de la esencia femenina, que debería ser complemento (y no competencia) del hombre con su apoyo, cuidado y, sobre todo, inspiración para mejorarse. En resumidas cuentas, hombre y mujer siendo un equipo, un pilar de amor y colaboración, ante un mundo ya de por sí difícil y complicado de afrontar sólo.

Indudablemente, estos datos no te lo van a decir ningún colectivo feminista, ni ningún medio de comunicación y mucho menos un político. Son cómplices de este desatino porque les conviene. Millones de euros (y dólares en USA) en forma de subvenciones (para justificar sus negocios, influencias y cotas de poder) riegan los bolsillos de esta gente procedentes de las arcas públicas (españolas y europeas).

Algunas mujeres, aproximándose a su medio siglo, cuando ven que han triunfado laboralmente, pero pagando un precio muy alto, se dan cuenta de que les vendieron algo que, tal vez, en su intimidad más pura no deseaban. Ese precio es haber vivido como un hombre, con el «postre» de no tener hijos, no tener pareja estable y, en definitiva, no tener una familia como soporte económico (y también emocional) cuando pinten bastos.

*Podemos ir a las fuentes oficiales: en España, hombres solteros son un 52%. El matrimonio, gracias a las leyes de género, no es un buen «negocio» por una legislación que discrimina al varón (ya analizado en otros posts). Y las mujeres solteras en nuestro país se mueven en cifras similares: un 48%. Del mismo modo, echemos un vistazo a USA: en 2018 el 41% de las mujeres eran solteras y se espera que para el 2030 alcance el 45% entre sus 25 y 44 años.

Si ese «patriarcado», contra el que tanto hay que luchar, existiera (o hubiera existido) habría dado sus últimos coletazos en los años ochenta. Pero no como un sistema opresor. Al contrario, más bien como un modelo liberador para la mujer. Es el feminismo, y su propaganda, el que la ha colocado unas cadenas, ahora, imposibles de cortar. Porque no veo vuelta atrás. Las mujeres que no deseen salir a buscarse las alubias y, como antaño muchas de nuestras madres y abuelas, ser conservadoras (dedicarse a los hijos, los cuidados y la casa) pueden ir aceptando que eso es ya una quimera; un sueño rosa y romántico de tiempos que ya no volverán, a no ser que se acerquen a un millonario o al Cristiano Ronaldo de turno.

Y este tipo de hombres disponibles (famosos y ricos) en el «mercado romántico-sexual» me huelo que no llega al 1% de la población mundial; y la competencia, entre mujeres, debe ser feroz para llegar a ese estatus. Un estatus que, por cierto, cualquier hombre promedio podía ofrecer no hace tanto tiempo.

*Sobre este tentáculo de la posmodernidad (feminismo), y otros de la dictadura woke, lo analizo con más detalle en mi ensayo: ««JESÚS, el hombre moderno. 10 «leyes» para sobrevivir a tiempos posmodernos»» (oferta de descarga gratis, en eBook, hasta el 4 de mayo pinchando aquí)

Ya sabéis que este año el Tour de Francia llega a Bilbao. Antes de entrar en el Botxo deben subir el alto de Pique (ascensión corta con rampas de hasta el 18% y 20%). Al poco de comenzar este calentón, que dejará entrever al posible campeón de la etapa, el pelotón dejará a su derecha (en las faldas del puerto) la ermita de «San Martín». Este santuario de planta rectangular (y tutelada por el ayuntamiento) lo tenemos ubicado en el centro de una bonita campa del barrio de Izarza (Sondika). La puerta está enmarcada con una torneada verja de madera y, según las fuentes, es del siglo XVII (las primeras menciones datan de 1690)

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Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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comentarios
  1. Nevermind dice:

    Normalmente solemos estar de acuerdo en muchas cosas sobre las que escribes, pero hay algo en ésta entrada que me ha chirriado demasiado.
    Si, es verdad que antes con un sueldo solía llegar para todo, incluso para criar a familias numerosas. Pero no es verdad que las mujeres fueran más libres. Ni de coña. De hecho, es posible que el precio de la libertad actual de la mujer, sea el listado de problemas que comentas que han surgido desde la incorporación de la mujer al mercado laboral.
    Porque no eran libres. Salían de la tutela paternal a la matrimonial. No podían abrir una cuenta corriente sin la firma del marido. No tenían recursos propios si sufrían abusos o maltratos. No podían decidir. No podían decidir nada. Eso no es libertad. Quiero pensar que simplemente has querido decir que hipotéticamente si hubiera habido esa libertad de elegir, nos habrían timado por todo lo alto. Ya que hoy en día es impensable depender de un único sueldo en casa. Hemos salido perdiendo con la «liberación de los puestos de trabajo». Esa afirmación no es machista (yo no estoy haciendo referencia al género que se dedicaba en exclusiva a ese trabajo no remunerado). Lo que decía, esa afirmación no es machista sino realista. ¿Qué ha pasado por el camino para que la estafa haya sido tan escandalosa pero tan a cámara lenta que la hayamos asumido sin pestañear?

  2. […] indiscretas, lejos de los sentimientos fingidos, lejos de la mediocridad. Y me sentí feliz, poderosa, con la autoridad de desnudarme sin prisas ni […]

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