REFLEXIONES «TXIRRINDULARIS» LXVIII. POR QUÉ EL EUSKERA NECESITA AMOR Y NO IMPOSICIÓN (ERMITA DE «MARÍA MAGDALENA» EN MUNGUÍA, VIZCAYA)

Publicado: 26 marzo, 2023 en Artículos Opinión, CICLISMO
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Ermita de «María Magdalena» de Llona (Vizcaya)

En mi niñez, en 1981 tenía cinco años, aún seguía el modelo de EGB. En aquella época irrumpió con fuerza el euskera, el idioma autóctono de la Comunidad Autónoma Vasca que fue materia obligatoria. Iba a un colegio de curas, y aquella asignatura era un auténtico «hueso»; los libros de texto eran los Baietz (que significa «que sí») de diferentes niveles y daban verdadera irritación a la vista. ¿Por qué? Porque ya en la portada, y en todo el interior, estaban repletos de ilustraciones (realizadas con un trazo grueso y nada seductor) que me parecían tan agresivas como horrendas. No sé quién fue el autor de aquellos dibujos, pero los veía más apropiados para pintar paredes con consignas punkis que para fines educativos. En resumidas cuentas, no fue un buen comienzo con la lengua de mis ancestros.

Más tarde, en la adolescencia, me fui de la enseñanza privada a la pública. En esos centros, el nivel de euskera bajaba considerablemente, y pude aprobar sin esforzarme demasiado gracias a la matraca en el colegio religioso.

Para aquel entonces, el euskera ya me provocaba rechazo.

Es más, recuerdo un pequeño debate que yo, mediocre estudiante, tuve con la más brillante de la clase (la que sacaba todo sobresaliente sin aparente esfuerzo).

—El euskera nos roba horas de clase que otras comunidades, que carecen de idioma propio, usan para materias más esenciales. Es una carga y un agravio comparativo con ellos —me aventuré a opinar.

—Pues para mí no es ninguna carga —replicó la sabionda.

Y después, el silencio.

El tutor nada dijo, y la número uno no argumentó el porqué de su réplica. Yo tampoco dije nada más; sabía que había dicho algo «políticamente incorrecto» cuando esta expresión todavía no se había inventado.

Más tarde, cuando acabé el instituto, sentí una liberación y, por supuesto, jamás pensé en apuntarme por mi propia voluntad a una academia o seminario.

Al final, cuando algo se te impone (aunque sea con razones nobles) lo que se consigue es lo contrario a lo que se persigue. Es decir, pillas manía al euskera, ¡que no tiene culpa ninguna!, pero que con los años comprendes que se usa como herramienta política. Por ejemplo, para ciertas oposiciones, es más importante dominar el euskera (da más puntos) que los méritos específicos en la materia que opositas. Así conseguirán que los autóctonos que dominen el euskera copen el funcionariado en detrimento de los muchos inmigrantes que recibimos cada año (o, incluso, de vascos que no dominan el idioma) y que pueden estar más preparados para esa plaza.

Llevamos cuatro décadas de imposición, y el modelo ha resultado ser un fracaso. Los vascoparlantes apenas han aumentado (algunas fuentes, incluso, señalan un retroceso) a pesar de subvenciones y de invertir cantidades ingentes de dinero desde las instituciones. En Bilbao, la ciudad en la que vivo, escuchar a personas hablar en euskera es casi hasta exótico. Antes escucho, y no es broma, a gente conversar en marroquí o árabe.

Lo que voy a decir no es mofa ni pretende hacer sangre, pero en el Botxo el idioma predominante es el español; luego, en segundo lugar y siguiéndole de cerca, el hispanoamericano (lo pongo como un segundo «idioma», aunque sea el mismo, por sus ricas variaciones); en el tercero estaría el árabe, y en el último, el euskera, en dura pugna con el de otras culturas como puede ser el hindú y el paquistaní.

Obviamente, la baja natalidad y la inmigración juegan un papel fundamental. Un africano, por ejemplo, por puro pragmatismo, va a hacer lo posible por dominar el español para integrarse rápidamente. Es la elección lógica, porque le permite comunicarse con más gente y en más sitios. Y en cuanto a los hispanos, ninguno de todos los que he conocido me ha expresado interés por el idioma autóctono, nunca aparece en sus conversaciones. Puede que este hecho resulte duro de asumir, pero no podemos evadir la evidencia.

Otra cosa serán los hijos de los árabes e hispanos que se están educando en el bilingüismo. En la escuela hablarán euskera, pero en sus casas se hablará en español, y lo que manda es el hogar. En el inconsciente del niño queda el euskera como una disciplina más y no como un idioma en el que parlotear de forma natural. Por supuesto, puedo estar equivocado, los resultados son a largo plazo, y veremos qué sucede. No obstante, si tiene el mismo efecto que en los de mi generación (los llamados Boomer y X) mal futuro le auguro al euskera si no existe una constructiva autocrítica.

Por eso, propongo un modelo contrario al que se ha aplicado estos últimos cuarenta años, recreando un símil del euskera con la amistad. Es indudable que todos deseamos tener amigos genuinos. Personas que se nos acercan por su propio pie y sin obligación alguna, porque nos aprecian y nos quieren. Entiendo que al euskera se le deben aproximar las personas que lo desean, desde el amor y no desde la obligatoriedad. Sería mejor incentivar su estudio a partir del interés, la curiosidad y la valoración del idioma como patrimonio cultural, y no a partir de la imposición. El euskera lo agradecería y, posiblemente, se conseguirían mejores resultados.

Entiendo que es una jugada arriesgada, pero, quizás, podríamos preguntarnos qué queremos conseguir. ¿Cuál es el objetivo? ¿Queremos que el idioma perviva? ¿Queremos que se extienda y lo hablen más personas? Incentivar el amor a la lengua, creo, será mucho más eficiente para estos propósitos que imponer su estudio, porque puede que te obliguen en la escuela, o para sacar una oposición, pero en el ámbito personal no pueden obligarte, y ahí es adonde hay que llegar desde otro lugar.

Para finalizar, sé que en este post me he aventurado a expresar mi opinión sobre un tema muy sensible y, aunque lo he escrito con intención constructiva y con respeto, soy consciente de que mucha gente lo leerá e interpretará de manera negativa. Es una pena, porque la intransigencia es parte del problema.

Hoy toca visitar la ermita de «María Magdalena» de Llona (1846). Este santuario en Munguía (Vizcaya) está edificado sobre una ermita anterior, y la prueba es la conservación de la ventana que está en la parte trasera, de influencia mozárabe y asturiana (como en el post anterior, con la ermita de «San Lorenzo» de Bermejillo).

Termino aprovechando para dar las gracias a mis lectores; el blog ha superado las ochenta mil visitas, ¿vamos a por las cien mil?

Salud y pedales.

Ritxard Agirre – https://ri2chard.wordpress.com/

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comentarios
  1. Antonio dice:

    Totalmente de acuerdo. Como funcionario, toda mi carrera estuvo ligada no a mi profesionalidad, destreza… sino a mi conocimiento del euskera.

  2. Nevermind dice:

    Estoy tan de acuerdo con lo aquí expresado… que me dan ganas hasta de llorar. Otra de las cosas que no se dan cuenta los mandatarios utilizando al euskera como arma política, es lo difícil que es para alguien que no ha crecido escuchando hablar en euskera. Por mucha voluntad que se le ponga, asumámoslo, es un idioma difícil. En cada pueblo lo hablan de una manera y las comunidades se entienden básicamente entre ellas, un pequeño vecindario etc.. No olvidemos que hay personas bilingües que han crecido hablando euskera y son incapaces de sacarse el título oficial, el «EGA», porque no es el euskera oficial que piden desde las instituciones el hablado en la vida diaria por esa persona. ¿Y entonces qué? Estoy completamente de acuerdo en que habría que fomentar el euskera desde el amor y lo más lejos posible de la imposición. Que te quieras juntar con tus amigos y escucharles hablando euskera, esforzándote en entenderles, echándole valentía y soltando alguna frase, etc… Programas de estudio gratuitos desde los ayuntamientos, quedadas, intercambios entre familias vascoparlantes y no… Creo que hay mil maneras pero desde el amor.
    Gracias por abordar éste tema porque es muy sensible, pero afrontado desde la verdad y el respeto, nadie tiene que ofenderse. Al contrario, lo sano sería debatirlo para salir todos ganando.

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